La conocí a través de quién en esa época era mi esposa. Era su compañera de clases en el instituto. Al poco tiempo me enteré que su familia le decía "La Chicha"
Es así como la Chicha comenzó a formar parte de mi pequeño círculo de amistades. Yo siempre estuve convencido de que la amistad entre un hombre y una mujer no era posible. Que el hombre siempre escondía ese instinto animal incontrolable para la conservación de su especie, y que al menor desliz, ya el hecho se habría consumado.
Nuestra amistad al principio era de encuentros en reuniones entre amigos, fiestas y cuando ayudaba a mi esposa en los deberes académicos. Normalmente ellas formaban grupos y quienes terminábamos haciéndolo todo éramos la Chicha y yo. De ella se puede esperar una frase que te hiela el cuerpo por su cruda verdad, pero que viene acompañada de solidaridad, buenos consejos y un abrazo.
Ella fue mi bastión en el huracán de mi divorcio. Siempre estuvo allí cuando la necesité. Me animó a retomar mis estudios universitarios y fuimos compañeros, ya que ella optó por sacar el título profesional tras cursar estudios técnicos. Estudiábamos de noche. También compartíamos el mismo trabajo. Las personas que nos rodeaban estaban convencidas que éramos esposos o novios. Nosotros nos reíamos y hasta les seguíamos el juego.
En ese tiempo comencé a salir con chicas nuevamente, pero mi Chicha nunca fue apartada. Ella compartía con las mujeres con que me relacionaba. Me aconsejaba desde el punto de vista femenino y para mí fue muy útil. Durante los siguientes años nuestra amistad siempre se mantuvo. Ella vivía en un lugar apartado lejos de la universidad y varios días a la semana se quedaba a dormir en la casa que yo compartía con mi primo y su esposa, más cercana al centro de estudios. Sé que muchos lectores fruncirán el ceño al saber que dormíamos en la misma cama, pero nunca hubo una pizca de intención de lo que muchos pueden pensar. De hecho, yo no lo hubiera creído si no me hubiera pasado.
La Chicha me amenazaba con que se iba a alejar de mí porque no conseguía novio. Me lo reclamaba entre risas y bromas. Decía que yo se los espantaba. Nuestros amigos nos decían que por qué no éramos pareja. Que nos la llevábamos bien. Sin embargo eso nunca estuvo en nuestros planes. Juntos logramos graduarnos como profesionales y luego - juntos nuevamente - cursamos un Magister. Yo lo único que sé es que tengo a la mejor amiga del mundo. Que cuando yo necesite de ella, va a estar ahí y viceversa: moveré montañas para acompañarla. Es mi hermana. Muchos amigos en privado me preguntaron si alguna vez estuve con ella en la intimidad y siempre desconfiaban de mi respuesta.
Mi amiga ya no está cerca. Emigró en búsqueda de nuevas oportunidades (y seguramente de algún novio de verdad, le agrego yo bromeando), pero siempre contará conmigo, aunque esté lejos. Es mi gran amiga y aunque nuestros prejuicios nos quieran cegar, yo - siendo un hombre heterosexual - tengo una amiga que no quiero llevar a la cama; lo que quiero es verla, darle un abrazo y decirle: "Gracias por tu amistad. ¡Te quiero, Chicha!".