Estás soltera como yo, y quieres comenzar a salir, conocer a alguien, pero te aterran las redes sociales. Lo sé, y no es para menos. Para que estés atenta a las posibilidades, te voy a contar lo que me sucedió hace tiempo.
Ya cansada de quedarme en casa, decidí aceptar la propuesta de una amiga, y me sumé a un grupo de solteros de WhatsApp. Tal vez para de una vez por todas tener historias de citas que contar a mis amigas, y porque Tinder ya no era una opción para mí. Mi vida social no cambió en nada, porque todo sucedía en la red, pero mis noches se volvieron más divertidas, ya que me pasaba hasta la madrugada en el chat.
Después de unos cuantos días, me animé a aceptar en privado a un posible candidato, porque sus comentarios eran súper educados y atinados, además de que su imagen de perfil no estaba nada mal.
Las charlas en privado se prolongaron unos días más, hasta intercambiamos fotos. Por suerte para mí, me encontré con un bombón de chocolate. ¿Su foto miente? ni se me ocurrió pensarlo, porque estaba entusiasmada con su sonrisa espectacular.
Nos animamos a los audios, su voz tenía un tono precioso. Ya estaba decidida a encontrarme con él, así que le propuse que nos viéramos en un restó muy moderno.
La ansiedad que genera un encuentro que puede terminar en relación, es tremenda. No dejé nada librado al azar. Elegí ropa insinuante, pero no evidente, un peinado natural y cuidado, y unos zapatos altos, para destacar la forma de mis piernas.
Al restó fui por mi cuenta, me indicaron la mesa, y cuando llegué, ahí estaba él, igualito al de la foto, con su amplia sonrisa, pero con unos 70 centímetros menos de lo que había imaginado. Y yo con esos tacos altísimos, que no hacían más que poner en evidencia la diferencia de altura. Cuando muy caballero se puso de pie para saludarme, me llegaba por debajo del hombro.
Indudablemente su foto había sido estudiada al milímetro para lograr el cometido; el engaño estaba hecho. Si alguna vez te ha pasado, el sentimiento es de estafa, una vil y espantosa estafa. Me quedé muda, no sabía si salir corriendo, o decir algo al respecto. Traté de recordar todas las enseñanzas de mi abuela sobre el uso de las buenas costumbres. Después de pasar la impresión inicial, me senté con mi mejor sonrisa a tratar de disfrutar de la noche.
Yo esperaba un comentario por parte de él, pero indudablemente no era algo que lo atormentara, así que decidí pasar un buen rato y me dejé llevar por la charla. Mi sorpresa llegó cuando vi el reloj, y habían pasado más de tres horas de amena conversación. Hasta me había olvidado del detalle que casi me hizo retirar del lugar al principio de la noche. No me había divertido así en mucho tiempo.
Habíamos tomado un sauvignon blanc, y comido exquisitos platillos. Cuando llegó el postre, vino acompañado por una copa de champagne. Él me pidió silencio para un brindis, en el que me agradecía ¡por no fijarme en su altura! No sé si fueron las burbujas las que soltaron mi carcajada. Hubo tensión en el ambiente, que llevó a unas palabras sinceras, en las que pude expresar mi enojo inicial por la estafa, por no haberme contado que medía tan poquito. Fue sincero cuando me dijo que nunca hubiera salido con él de haberlo sabido.
Si su foto miente, es tal vez por el prejuicio mío y el de muchas mujeres, que no damos la posibilidad ante el más mínimo defecto. Lo bueno es que pudimos salvar la noche. ¡Y seguimos juntos! Pronto la altura no fue un problema. Sobre sus habilidades ocultas, bueno, de eso hablaremos en otro momento.
Mi salida salió bien después de todo. Con una charla sincera se solucionarían muchos problemas de relación.
Las historias de citas son divertidas pero no olvides tener cuidado con las citas a ciegas, siempre es mejor tener referencias de gente conocida.Porque ya lo dice el refrán, "mejor sola que mal acompañada", Aquí van algunos consejos para soportar la soledad. Y si quieres conocer nuevas experiencias, sigue este link.