¿Qué hace falta para valorar a nuestras amigas? ¿Salidas en la noche? ¿Viajes? ¿Platicas en el café? En mi caso, hizo falta la ruptura con mi novio de 5 años. Una vez superada la vorágine de sentimientos inicial –propia de cualquier relación que se termina-, me vi sumergida en días de profunda soledad. No me molesté en mirar el teléfono, no me asomé a las redes sociales y mi único contacto con el exterior era el recorrido de mi departamento al estacionamiento y de mi auto hacia la puerta de mi trabajo. Así estuve aproximadamente una semana, hasta el día en que recibí una visita de todo mi grupo de amigas.
Vinieron a mi casa porque, en vista de que no leía sus mensajes, querían saber cómo estaba. Y no pudieron llegar en mejor momento, pues tenía un dilema qué plantearles. Lo que sucedía es que un chico del trabajo me encontró llorando en mi cubículo una noche que tuve que hacer horas extras y se quedó conmigo, platicando, hasta que terminé. A mí se me hizo un gesto lindísimo, pero el chico en cuestión, llamado Miguel, tenía, cómo decirlo, mala reputación con otras chicas de la oficina.
Al escuchar esto, unánimemente, mis amigas decidieron que el tal Miguel no me convenía. Es más, que debía evitar a toda costa hablar con él. Entonces me di cuenta que, en efecto, lo que yo quería era hablar más con él, no sé, quizá salir con él, en fin, que Miguel sí que había dejado una impresión en mí y me gustaba. “Estás en el rebote”, dijo una de ellas. “Nunca caigas en una relación de rebote”.
Se dieron cuenta de que no tenía idea de lo que estaban hablando. Me explicaron que una relación de rebote es aquella que las personas tienen cuando no saben adecuarse a una recién adquirida soltería y se van con cualquier que les hable bonito y las haga sentir bien. En casi todos los casos, dicha persona se arrepiente después. Y no sólo eso, había chicos que, en cuanto escuchaban que alguna había terminado con su novio, se convertían en sus objetivos.
Se fueron con la promesa de que levantaría un poco el rostro e intentaría salir con ellas al menos los próximos 4 fines de semana. Sobre decir que me dejaron pensando acerca de las verdaderas intenciones de Miguel. A los pocos días me lo volví a encontrar y me invitó a cenar a su casa. ¡Alerta roja! Me disculpé por no aceptar y se mostró molesto, cosa que me hizo desconfiar aún más.
Al siguiente fin de semana salí con mis amigas, quienes pusieron la condición de que sin importar lo que pasara ninguna se liaría con nadie, en solidaridad a mí. Lo irónico, es que fue a mí a quien no le faltaron oportunidades, incluso conocí chicos que se veían bastante decentes. En algún punto les pregunté, ¿cuánto tengo que esperar para no caer en una relación de rebote? Y aunque ninguna tenía una fórmula para ello, a lo largo de las noches que pasé con ellas entendí que esa respuesta sólo me la podía dar yo misma. Que si no me había ido con Miguel ni con nadie más era porque yo misma no estaba seguro de hacerlo. Pero me di cuenta gracias a mis amigas. Un saludo para ellas, que seguro que me están leyendo.