Una de las cosas que demuestran que ya no estamos tan jóvenes, es que nuestros amigos comiencen a tener hijos por decisión propia. El que una persona opte por cambiar así de radicalmente su vida, significa que está en otra etapa. El tema es que somos muchos los que aún no llegamos a ese nivel de compromiso; tanto que nos cuesta decidir si queremos seguir en un trabajo. En esas circunstancias, hacernos cargos de otra vida es mucho.
Claramente, ahí las prioridades cambian. Si para una pareja su relación no es la misma que era antes de procrear, para el resto del mundo también es algo nuevo y distinto. Ya no van a ir a las mismas fiestas y tal vez ni siquiera al cine; los temas de conversación claramente cambiarán, lo que llevará a que muchos se alejen. Comenzarán a sentir que ya no hay nada en común con los viejos partners. Además, a medida que los hijos crecen, van conociendo gente en el jardín y colegio. Apoderados que están pasando por lo mismo que ellos, con quienes sí compartirán lo que pase en los distintos procesos infantiles. Siempre será más tentador ir a tomar un café con alguien que te escuche antes que ir a la playa con puros solteros, quienes no mirarán con buenos ojos que a las siete de la mañana el retoño esté llorando.
Pocas amistades superan esto, en especial si están en etapas muy distintas de la vida. Viéndolo desde afuera, para los amigos pasa a ser incómodo que los nuevos padres se vuelvan monotemáticos; mientras que para éstos, sus amigos no tienen la empatía de entender que todo cambió radicalmente.
Lo ideal es que ambas partes cedan y aprendan a convivir, pasando los amigos a disfrutar al nuevo integrante del grupo. Los nuevos papás, en tanto, deben procurar no dejar a un lado sus vidas anteriores. ¿En qué caso están ustedes? ¿Se han alejado de amigos desde que tuvieron hijos?