Demoró en pedirme pololeo

Scarlet Stuardo Dec 12, 2014
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¡Juro que pasaron tres meses! Sí, tres meses en los que esperé paciente que me pidiera pololeo. Lo fui a buscar a la "U", lo acompañé al dentista, hasta le lavé la ropa un día que vino a mi casa y se le dio vuelta un vaso con vino. ¿Buena mina, no? y sin siquiera ser pareja, pero él no atinaba.

Recuerdo cuando lo conocí en la básica. Él era de esos compañeros que no hacían ni hablaban absolutamente nada, algo así como un punto blanco ocupando el puesto de un alumno que probablemente aportaría mucho más; una especie de fantasma, así de cuático. Hasta que, un par de años después, fui de vacaciones a la playa con algunas amigas, y me lo encontré en una de esas fogatas donde no falta el pica'o a músico que lleva la guitarra hasta para comprar el pan.

Se acercó muy seguro y algo soberbio a saludarme; ese ex compañero resultó ser otro, ni comparado al "cabro chico" que con suerte le salía la voz para decir presente en clases. Inclusive, hasta físicamente él ya no era el mismo: estaba demasiado rico.

¡Obviamente le eché el ojo de inmediato y lo reclamé mío antes de que otra hembra intentara acercarse a él!. Ok, tampoco fue para tanto, pero sí quería conocer su nueva faceta y -como soy una mina moderna- lo invité a salir.

Nos servimos algunos tragos en el primer pub que se me ocurrió -a él le gustaba tomar- y conversamos relajados durante toda la tarde. Recuerdo que no había mucha gente y podíamos disfrutar la música que ponía algún aburrido garzón. Cada vez que lo miraba lo encontraba más lindo, incluso me reía como estúpida de sus chistes fomes -"pucha" que eran fomes-, y en algún minuto de silencio, nos acercamos y nos besamos. Así fue todo lo que restó de la tarde: Besos y más besos.

Salimos un tiempo, hasta que comencé a pensar que realmente yo no le movía el piso, que tenía algún trauma con las minas o era gay: el lindo no me pedía pololeo. Me pasé todos los rollos posibles, hasta cuestionarme sobre mí misma: quizás no era moderna, pues podía pedirle perfectamente pololeo, pero por algún motivo a mí me gusta que los minos se la jueguen. Más aún si yo estuve estos tres meses "remando con ambas manos para que llegáramos al otro lado del río". Es lo mínimo, ¿no?.

Un fin de semana nos invitaron al cumpleaños de un amigo que teníamos en común. De pronto, en medio del carrete, cuando todos estaban algo "arriba de la pelota", empezaron a molestarlo: “Oye poh, ¿cuándo le vas a pedir pololeo?”, yo escuché de lejos y, aunque moría de la emoción -qué estúpida- hacía como que no oía nada y miraba el interesante paisaje oscuro tras la ventana.

¡Y por fin atinó!. Pocos minutos luego de la insistencia de sus amigos, mi príncipe azul me cogió de la mano para llevarme al patio. Admito que no fue la escena romántica que te pinta Disney -adentro seguían el ritmo de una canción que ni siquiera recuerdo, además de que gritaban como enfermos- pero él se armó de valor y me preguntó si quería ser su polola. ¡Obviamente respondí que no sí! estrujándolo con besos y abrazos.

Más tarde me explicó que nunca antes había tenido una novia oficial y no tenía idea de cómo pedirlo. A pesar que cuando escuché sus excusas me causó mucha risa, si no fuese por los ebrios de nuestros amigos quizás aún seríamos los "no name". Así empezó una linda historia de amor y bueno, no duramos mucho -6 ó 7 meses- pero la experiencia sí que me sirvió.

Y a ti, ¿alguna vez te tocó un mino así de lento?

Imagen CC Israel.