Yo solía tener un Smartphone. Lo usaba para tuitear, leer mi mail, sacar fotos, grabar videos, revisar facebook o verificar alguna dirección si tenía dudas en la calle. Mi vida se divide del siguiente modo: 9 horas sentada frente a un computador y el resto del día me junto con amigos, veo tele, leo y a veces llego a mi casa a encender el laptop para terminar algo que no pude durante el día. En el año nuevo perdí mi celular inteligente y ahora tengo uno muy normalito con el que puedo llamar, mandar mensajes y sacar fotos de 2.0 pixeles. ¿Extraño tener la conectividad en mis manos? Les cuento que no. Me di cuenta que en esos tramos en los que estoy en la calle son invaluables porque uno puede reflexionar acerca de todo: la vida, problemas, el lugar por el que transitas, las personas que van caminando a tu lado, ves diferentes perspectivas de la ciudad, estás más ahí y no tan allá. Obvio que tener un iPhone es rico, pero no lo extraño para nada. Ahora pienso ¡bienvenida vida, bienvenidos los momentos de desconexión y de conciencia de momentos preciados! Es rico caminar con la frente en alto y no con la mirada en tus manos.