Pequeñas cosas increíbles: nadar

Pamela Rodríguez Apr 1, 2014
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Cuando mi cabeza está hecha un hervidero, hay algo - aparte de escribir - que vuelve las cosas a su lugar.  Me hace sentir relajada, me abstrae de mi universo de preocupaciones y me envuelve en una mágica realidad paralela, de la cual regreso renovada a la nuestra: nadar.

Debo admitir que aprendí hace muy poco este deporte y aún no lo hago como un pez en agua (literalmente hablando).  Fue mi pololo quien me estimuló a esforzarme por aprender, pese al terror que inicialmente me causaba mantenerme a flote.  ¡Sentía que caía! Lo que él me enseñó lo perfeccioné con la maravillosa guía de Claudio y Paulina, profesores de Aquavitta, quienes me dieron unas entretenidas - y económicas - clases personalizadas.  Así es como ahora puedo no sólo mantenerme a flote, sino además avanzar - braceo y pataleo mediante - a través de las aguas ¡y es lo máximo!  Como si volara.

Siento que este elemento me limpia el alma, poniéndome alegre y risueña. Como quien dice, “me lava las penas”. Reestablece mis energías y las equilibra.  El sólo hecho de contemplar el agua, ya me hace sentir fresca,  viva y relajada.  No puedo pasar mucho tiempo en ambientes lejanos a ella.  ¡Me desespero!  Necesito sentirla cerca y ojalá vivirla, disfrutarla.

Lo bueno es que - a pesar de ser otoño y aproximarse el invierno a pasos agigantados - existen diversas piscinas temperadas en las que aún se puede chapotear, jugar y recuperar con ello un poco de infancia. Flotar y descubrir.  Porque sólo este elemento vital tiene la magia de transportarnos a nuestros mejores años.  Además, nadar es un excelente ejercicio, ya que quema grasas, fortalece y tonifica nuestros músculos (corazón incluido) y optimiza la capacidad pulmonar.  ¿Qué mejor?

Y tú, ¿te animas a disfrutar la piscina todo el año?

 Foto CC vía Flickr