Pequeñas cosas terribles: quedarse pegada con el ex

Daniella Villanueva Oct 9, 2013
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Ya se va a cumplir un año desde que terminamos con mi pololo de toda la vida. Fueron 11 años de relación y un casi matrimonio a cuestas, pero luego de muchas dudas y miedos, dimos un paso al costado (un paso medio forzado para mí, pero un paso al fin y al cabo). Debo ser súper sincera y asumir que ni en mis peores sueños me imaginé algo así, que me dolió como no me había dolido nada antes, que lloré con todo el corazón y que me pregunté "por qué" tuvieron que pasar las cosas de esta manera miles de veces. Pero dentro de este proceso también identifiqué varias etapas propias de un duelo (sí, dejar de ver a alguien con el que compartiste tanto y por largo tiempo es una especie de muerte anunciada). Luego del primer mes de fiestas, salidas, pinches varios y la novedad de la soltería, vino el bajón y los cuestionamientos. Miles de preguntas se te vienen encima, pero la más terrible es cuando se te ocurre pensar "es que no voy a poder seguir adelante sin él”, y comienzas un tortuoso camino para ver si existe alguna posibilidad de reconciliación. Tuve la suerte de sentarme a conversar en muchas ocasiones con mi ex, lo que ayudó a entender los motivos de que en este minuto tuviéramos que seguir caminos separados, pero la verdad es que el proceso de término de una relación es un constante tira y afloja de sentimientos y recuerdos. Uno de los momentos más importante en este duelo es cuando logras contestar la pregunta ¿extraño estar con él o extraño estar con alguien?, porque es muy distinto sentir que una persona te es indispensable para respirar a sentir que, en realidad, lo que extrañas es la compañía de una pareja (sea quien sea). A pesar de lo sensible que puede ser el tema, es categórico asumir que no hay nada peor que quedarse pegada con el ex. Es que si no logramos dar vuelta la página es imposible avanzar. Ojo que todas tenemos tiempos distintos, al menos a mí me llevó varios meses, conversaciones, discusiones, salidas, remember, etc., hasta que yo misma entendí que la cosa no iba para ningún lado. Y es que las relaciones se construyen de a dos, y no vale cuando es uno sólo el que está interesado. Si la cosa no es recíproca, una debe tener el suficiente amor propio para dar un paso al costado y comenzar a crecer sola. Porque la soltería también es linda, porque mimarse un poco es genial, porque disponer de nuestro tiempo como queramos es lo más entretenido que hay, y porque a veces no nos damos cuenta que los respiros individuales son un regalo. Creo fielmente en la buena energía y en que las cosas deben fluir, pero también sé que ¡pucha que es difícil terminar una relación que fue tan fuerte! La cosa no es fácil pero, créanme, el dolor y la desilusión pasan. Aunque suene súper trillado, el tiempo es el mejor amigo que podemos tener para que las heridas pasen, y es ese mismo tiempo el que ahora está disponible para que nosotras hagamos lo que queramos con él (y con ellos también, ¡por qué no!). Volver a aferrarse a esos amigos de hierro que jamás te dejan sola (mención especial para esos que te acompañaron en la parte más fea cuando una llora por todo y el autismo se apropia de tu personalidad post quiebre del pololeo), salir más con tus amigas (incluso esa “amiga-pololo” que dejamos medio de lado cuando nos ponemos en pareja), disfrutar mejor el tiempo en familia, conocer gente nueva, (re)conocernos a nosotras mismas. Todo eso es posible en este nuevo camino que comenzamos a recorrer. A no bajonearse, chiquillas. Saber dar vuelta la página es una de las mejores lecciones que nos puede dejar la vida. Foto vía Flickr.