Pequeñas cosas terribles: quedarte sin batería

Gaby Adonis Jul 7, 2014
Compartir:

La maldición gitana de la modernidad y los smartphones es la poca durabilidad de sus baterías. Recuerdo cómo eran los tiempos sin 3G, cuando la carga de nuestros celulares era eterna y se podían mantener encendidos hasta por cuatro días. En ese entonces, no pasábamos tanto tiempo pegadas a estos equipos, ni pendientes de la "última actualización de estado de Facebook". No niego que todo esto nos simplifica la vida, haciéndola mucho más entretenida. ¡Claro!; porque estás en contacto con gente de todo el mundo, tienes a tus amigos en tus manos (figuradamente) y puedes googlear lo que quieras y necesites en un par de segundos.

Si bien en esta era tecnológica yo aún tengo un ladrillo, cumple a la perfección con sus funciones de smartphone. Pero su existencia complica atrozmente mi vida, ya que me obliga a llevar siempre, donde vaya, el cargador. No puedo pasar más de 5 horas sin estar conectada a un enchufe, lo que me ha llevado a andar como loca en los malls, restaurantes de comida rápida, terminales de buses, aeropuertos, el metro, la calle, casas de amigos, la universidad completa e incluso en baños públicos, buscando el glorioso tomador de corriente.

Mis amigos se burlan de mí, porque la búsqueda de enchufes en todo lugar se ha vuelto implacable. Para viajar- soy una patiperra certificada- me compré otra batería e incluso he llegado a andar con alargadores para poder compartir enchufes en los terminales tanto de buses como aéreos. ¿Por qué no me compro otro celular? Fácil. Creo que el mío aún sirve - aunque ya cumplió su vida útil el pobrecito - y la verdad es que es tan cómodo que cambiarlo me asusta un poco. Estoy acostumbradísima a él.

Pero iré al tema que nos convoca: quedarnos sin batería. Qué molesto es que te pase cuando más lo necesitas. Me carga si ocurre yendo de regreso a casa. Vivo a más de una hora de la universidad y los libros ya se me han hecho insuficientes. Por eso, me fascina ir escuchando música con el celu, que con sus fallas de batería me sentencia a viajar en silencio. Me ha pasado también en mis eternos viajes en bus a Iquique.  Se apaga y ahí quedo. Incomunicada, sin poder avisarle a nadie cuándo llego, a qué hora, cómo, dónde, cuándo y por qué. O si veo algo realmente chistoso en la calle y quiero fotografiarlo para poder compartirlo. ¡Uf! Es tan molesto.

Es más, ahora mismo estoy sin batería y ni les cuento como me están odiando mis amigas, más ahora que es época de exámenes y coordinamos todas nuestras vidas por WhatsApp.

El otro día vi una noticia sobre las apps que más batería consumen en nuestros celulares y son las que más uso. Después de eso, todo tuvo sentido para mi, pues las ocupo con mucha frecuencia. Por más que he instalado aplicaciones para cuidar y alargar la vida de mi batería, no hay caso. Siempre llega el momento en el que ella muere y yo quedo alejada de todo contacto social. Más terrible ha sido cuando he necesitado llamar y mi celular yace muerto, dejándome sin poder ver los números de quienes necesito ubicar.

Es mi pequeña cosa terrible cotidiana. Y sé que a muchas de ustedes también les pasa, es por esto que yo siempre digo: ¡Que vivan los enchufes!

Imagen original Fucsia.cl