Razones por las que no quiero parecerme a mi mamá

Javiera Mellado Jul 7, 2015
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Lo primero que debo decir, antes de herir sensibilidades, es que amo a mi mamá y no la cambiaría por nada del mundo. Aún así, debo agregar que no quisiera parecerme a ella y cuando noto que sus palabras escapan por mi boca, me pongo en alerta.

Ahora les cuento por qué, pese a que quiero tanto a mi mamá, no me gustaría convertirme en su clon:

Lo primero, es que recuerdo a mi mamá como una mujer bastante cansada. Ella trabajaba todo el día, y cuando llegaba a la casa, estaba muy agotada. Parecía que nunca tenía energías para nada. Creo que cuando tienes familia, debes disfrutarla y aunque es bueno tener un trabajo que te guste, no quisiera que mi trabajo me absorbiera por completo. Le agradezco que nunca nos faltó nada material, pero si más tiempo con ella. Definitivamente, no quiero trabajar tanto como mi mamá.

Otro motivo por el cual no quiero asemejarme, es por su dependencia emocional. Así es, a mamá le costó bastante tener una relación de pareja donde se sintiera plena, y si bien tuvo la fuerza para acabar con relaciones que ya no quería, nunca tuvo la suficiente para seguir sola. Ella necesitaba a un hombre a su lado y yo no quiero eso para mí. Me gusta saber que aunque es rico estar acompañada, yo puedo sola con mi vida.

Mi mamá fue en ocasiones una mujer un tanto dura; muchas veces dudé de su incondicionalidad. Solía sentir que nuestra relación podía estropearse y me esforzaba mucho en mantenerla en pie, para no alejarme de ella. Finalmente, era un esfuerzo el mantenernos juntas. Quisiera que mis hijos sintieran mi amor incondicional. Supieran que pese a que me puedo enojar y nuestras ideas sean distintas, siempre estaré para ellos. Supongo que suena algo obvio, pero lamentablemente, cuando era más niña, no lo sentía así.

Quiero ser más fuerte que ella. Recuerdo que cada vez que discutía, mi mamá se ponía a llorar. ¡Era incapaz de mantener una discusión sin llegar a las lágrimas! Tal vez le faltaba seguridad, pero cuando noto que eso me está pasando y que al subir el tono se me hace un nudo en la garganta, recuerdo que no me gustaba esa debilidad que ella mostraba. De ahí saco mis fuerzas para no quebrarme en medio de la discusión.

En fin, no quiero parecerme a mi mamá porque quiero ser una mujer más fuerte, segura respecto a los hombres y con mayor disponibilidad para mis hijos. Quiero sentirme plena y feliz con lo que tengo, sin esa imagen de cansancio, tristeza y debilidad que solía ver en ella y que tantos problemas nos trajeron hace unos años.

¡Menos mal que una también madura y se da cuenta de que la mamá no tiene por qué ser perfecta! Finalmente, no sólo aprendemos de lo bueno de nuestras madres, sino también de sus defectos. Podemos ver cuando imitamos sus errores, reconocerlos en nosotras y actuar a tiempo para no repetirlos. De lo bueno y lo malo, aprendemos de mamá y yo espero poder disfrutar mi vida mucho más a concho que ella.