Tener sexo en un baño público

Lía Silva Jan 31, 2016
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A modo de introducción, contaré un poco de mi historia de amor. Conocí a mi pololo a los 13 años y me enamoré inmediatamente de él, le di mi primer beso y desde ese momento no pude olvidarlo más. Hoy seguimos juntos después de 7 años y tenemos un hijo de 4.

Nuestra relación siempre ha sido muy intensa; sentimos una necesidad imperiosa de demostrarnos amor con el sexo de forma loca y apasionada cada vez que podemos. Nos gusta aprovechar las oportunidades,- sin importar donde estemos.

Los baños eran nuestros lugares favoritos cuando estábamos visitando a nuestros familiares o si había gente en nuestras casas, porque era fácil borrar las evidencias y si nos pillaban podíamos decir que me sentía mal o que estábamos lavándonos las manos, cualquier cosa absurda que nunca nos creyeron pero con la que al menos intentamos excusarnos.

La primera vez que íbamos a pasar mi cumpleaños juntos, estábamos muy felices y emocionados, pero a la vez frustrados porque no podría darme el único regalo que en verdad quería. Mi casa estaría llena de gente, así que para aprovechar nuestra mutua compañía sin interrupciones, decidimos ir a un local de comida rápida junto al metro Los Leones. Se nos ocurrió inspeccionar los baños, para saber qué posibilidades había de usarlos sin ser descubiertos.

El elegido fue el baño de mujeres, porque nunca se llenaba. Había cubículos individuales muy cercanos a la puerta de entrada, útiles para salir arrancando en caso necesario. Tenían buen tamaño para entrar los dos juntos y además estaban limpios. Así, terminamos de comer nuestras hamburguesas, esperamos que no hubiera nadie y el primero en entrar fue mi pololo. Cerró la puerta y luego entré yo, para que no pareciera que íbamos juntos (qué idea mas tonta, si estuvimos sentados en la misma mesa como una hora). Una vez dentro del baño, pusimos los bolsos en el piso para tapar la pequeña abertura que dejaba ver nuestros. Mi pololo bajó la tapa del WC, se sentó encima y yo sobre él. La sensación fue maravillosa: la adrenalina del momento llevó nuestras emociones al límite. Nos quedamos todo el tiempo que fue necesario; de vez en cuando nos quedamos quietos y en silencio, porque entraba gente, pero retomamos el ritmo una y otra vez.

Cuando estuvimos satisfechos y listos para irnos, la secuencia de salida fue al revés: yo salí primero - para comprobar que no hubiese nadie mirando - y mi pololo salió después.

Desde ese momento, aquel baño se convirtió en destino fijo para cada vez que nos sintiéramos desesperados. Simplemente nos comprábamos un helado - para poder usar el baño de clientes - y ejecutábamos nuestro plan de la misma forma siempre.

La única vez que nos pillaron estábamos en un local distinto, pero de la misma cadena. Yo estaba embarazada, con una panza tremenda que me complicaba los movimientos sigilosos, y una mujer que hacía el aseo se paseó todo el rato por afuera. Cuando salimos, ¡nos miró horrible!. El baño no se parecía en nada a lo que estábamos acostumbrados y era muy fácil ver si entrabas al incorrecto. Sin embargo, nos hicimos los tontos y nos fuimos rapidito ¡muertos de verguenza!.

Si ustedes también tienen técnicas secretas para usar lugares públicos como moteles, ¡no duden en compartirlas para cruzar experiencias!.