Cuando sea vieja, me gustaría llegar a ser como Meryl Streep. No sólo porque es una actriz seca, sino porque es una de las pocas mujeres en Hollywood que se ve realmente cómoda con su cuerpo y con su edad. Y se le nota; sigue siendo tan bonita como cuando apareció en una de mis películas favoritas, Manhattan (1979) de Woody Allen, donde apenas tenía 30 años y se veía increiblemente joven y linda, incluso más que Mariel Hemingway, que por esa época era adolescente.
Su carrera está llena de películas exitosas y tan buenas que la lista es envidiable. Desde Kramer v/s Kramer, un dramón terrible sobre una pareja que se separa, dejando a su hijo con el papá (Dustin Hoffman), la aún más lacrimógena Sophie's Choice, donde tiene que elegir a cuál de sus hijos salvar durante el Holocausto, Out of Africa con Robert Redford y la divertida Death Becomes Her, en la que comparte roles con su amiga Goldie Hawn y Bruce Willis en la historia de dos mujeres que quieren vivir para siempre.
En dramas o en comedia, Meryl siempre le achunta. Hace algunos años estuvo genial en El diablo viste de Prada como la editora mala onda Miranda Prestley, además de Julie and Julia, La Duda y Enamorándome de mi ex, una comedia con Alec Baldwin y Steve Martin, donde se ve perfecta y hace un personaje muy divertido.
La última incursión en el cine de Meryl fue haciendo una de las voces en la película de Wes Anderon, El fantástico Mr. Fox, que justo se iba a estrenar en Chile después del terremoto, pero que al final se corrió tanto la fecha que aún no podemos verla en los cines.