Tres de mis amigas estaban el otro día en un cajero esperando su turno para sacar dinero. Adentro había un hombre muy guapo, con gafas exóticas y mirada amigable que al momento de salir les habló e intercambió teléfono con una de ellas.
El tipo se llamaba Fernando e invitó a Patricia a tomar algo y a conversar. Ella aceptó feliz porque hace tiempo que no se encontraba con un tipo guapo que pareciera inteligente y mostrara algún interés en ella.
Patricia lo pasó muy bien, encontró que Fernando era encantador. Ese fin de semana y por casualidades de la vida se lo encontró en un carrete de gente que tenían en común y la conversación que dejaron el otro día siguió su curso y quedaron en juntarse de nuevo.
Patricia me llamó ayer muy temprano en la mañana para contarme que a las 3 am no paraba de sonarle el teléfono y era este personaje que quería juntarse con ella. Obviamente le dijo que no, que estaba durmiendo, que al otro día trabajaba y que no eran horas para llamar. El tipo no entendió la negativa y siguió insistiendo al menos unas 15 veces, hasta que la Paty decidió apagar su celular.
A las 7 am suena el citófono de su departamento, era Fernando diciéndole que se le habían perdido las tarjetas, las llaves de su casa y el efectivo que tenía. Su voz sonaba químicamente alterada. Lo peor de todo es que Patricia nunca le había dado su dirección y no tenía pista alguna de cómo había logrado rastrearla. Obviamente le dijo que cómo se le ocurría aparecer a esa hora y que si no se iba llamaría a los carabineros.
Después de este evento Patricia nunca más va a mostrar interés por alguien que conozca así en la calle (al menos por un tiempo), sin referencia de algún amigo o conocido, porque nunca se sabe cuándo te puede salir un psico.
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