Cortesía de mi novia, tuve la oportunidad de escuchar, completo, el disco más reciente del eternamente bronceado Jack Johnson, un artista que de cualquier otra forma no hubiese preferido en mi día a día. Sin embargo, ya enfrentado frente a las 13 canciones que lo componen, decidí dejar de oponer resistencia. Y qué bueno que lo hice.
Johnson es de esos intérpretes capaces de tomar cualquier historia de amor o tragedia familiar, y convertirla en un paraíso tropical, con piñas coladas de esas que tienen una pequeña sombrilla. Ah, y por supuesto, playas al estilo Hawai. "To the Sea" no es la excepción en una inefable carrera que se dio el lujo, entre otras cosas, de reinterpretar el clásico de los White Stripes "We're Going to Be Friends", dejar en el olvido la incómoda tensión sexual presente en sus estrofas, y convertirla en la tonada con que los niños salen a surfear.
Así era Jack Johnson para mí: predecible, cursi, pero imposible de odiar. El sujeto es activista medioambiental, graba álbumes en un estudio alimentado por energía solar y frecuentemente cede las ganancias de sus giras a instituciones de caridad. Su discografía siempre ha estado transversalmente marcada por un corte infantil y liviano, que quiso romper en 2008 con "Sleep Through the Static", pero sus himnos de guerra, odio y dolor sonaron incongruentes y muy poco convincentes.
"To the Sea" enmienda este error, y el músico y cineasta de 35 años logra conectar en forma honesta y sustancial temáticas maduras que le habían sido esquivas, sin dejar de lado su estilo tranquilo. Juega con el funk y guitarras eléctricas, esbozando guiños a hitos del rock que podrían devenir en experimentos insólitos para su audiencia regular (como una percusión manual sumada al rasgueo funky de "The Upsetter", que lleva a pensar en un símil de "Sympathy for the Devil"). Pero maneja los tiempos de forma precisa, invitando a su audiencia a "no molestarse consigo mismo"; en lugar de explorar en forma más detallada los abismos emocionales que visita con frecuencia en "You and your Heart" y "No Good With Faces".
Con "From the Clouds", la mejor canción del disco, Johnson parece encontrar su nicho perfecto, explotando guitarras eléctricas secas que circundan una batería de patrón uniforme, una línea de bajo y un piano que lo acercan a un estilo jamaiquino de la vieja escuela. Y es que Jack Johnson no busca hacer apologías al sufrimiento de la humanidad, sino mostrar que de toda desgracia puede salir virtuosismo. De esta forma, sus protagonistas en "To the Sea" aprenden a amar la vida siguiendo los caminos más sórdidos y pedregosos. A veces, es todo lo que se puede pedir de una canción.