Todo el mundo parece decir; pobre Jennifer Aniston. Es simpática, es millonaria, es preciosa. Se ganó la vida haciendo reír y ese debe ser uno de los mejores trabajos. Se casó con Brad Pitt, el hombre más bonito del mundo, pero ahí comenzó su maldición. Desde que el rubio cayó en las redes de Angelina Jolie (¿quién más puede competir con ella?) los fans del gossip parecen alegrarse cada vez que Jennifer pasa de pololo en pololo, de mala relación en mala relación, saltando de película mala a película fome, con todo el mundo compadeciéndola por su mala suerte de tener 40 años y aún no poder tener una familia.
Si a mí me aburre que la compadezcan porque se separó de Brad Pitt y porque tiene más de 40 y todavía no tiene guagua, me imagino cómo estará ella. Si a mí me parece que tenerle pena o reírse porque no está casada es lo más machista del mundo, pienso en qué debe pasar por su mente, sobre todo cuando ahora, en broma, le inventaron que fue a África a adoptar un pololo, tal como su archienemiga Angelina, quien va a adoptar niñitos para su colección con su ex.
Las mujeres bajo el síndrome Jennifer Aniston han sido definidas como las típicas solteronas que no pueden retener un pololo y se mueren de ganas de ser mamás, lo que más que divertido, me parece ofensivo. No tenemos cómo saber si ella quiere o no tener un novio y peor, no tenemos cómo saber si es su culpa o no que no pueda formar una familia (si es que eso es lo que realmente quiere); y en el peor de los casos, no es asunto de nadie. No sé a ustedes, pero la obsesión que tiene el mundo con que las mujeres estamos incompletas sin hijos ni marido, me parece altamente cuestionable. Leave Jennifer alone!