Esta semana no se ha hecho más que hablar de la aprobación del matrimonio homosexual en Argentina –cosa de la que estoy más que orgullosa-, algunos están de acuerdo, otros enfáticamente dicen “no” y, otros pocos, dicen cosas como “yo no estoy en contra ni a favor” (lo terrible de no tener opinión).
A pito de todo este revuelo, me acordé que hace un tiempo leí una columna del blog de Manuel Santelices, un periodista chileno, gay, que vive en Brooklyn, en la que describe simple y hermosamente su vida de “legalmente soltero”. Apenas la leí, pensé que era el argumento perfecto para convencer a aquellos que no estaban de acuerdo y enternecer a los que sí. Preciso para convencer a cualquiera que crea en el verdadero amor, en una relación larga, duradera, en una vida compartida y en el romanticismo de la cotidianeidad.
Manuel y Mr. D. llevan 10 años juntos. Sus familias pasan navidades juntas, tienen dos gatos, seis sobrinos, a veces se quedan dormidos tomados de la mano, pelean, se aburren y saben todo uno del otro. Pero en todas partes el estado civil dice “soltero” y cuando les preguntan, ambos deben mentir.
.. “Yo lavo la ropa interior de Mr. D, y él, en parte de pago, soluciona cualquier problema que pueda tener con mi computador. Yo me aseguro que tenga su whisky favorito, y él, aunque creció en New Jersey y estudió en Boston, me cocina “pastel de choclo” y otros platos chilenos que aprendió a preparar en nuestras visitas anuales a Chile”...
Entonces él se pregunta, ¿puede ser ésta la vida de dos solteros? Yo creo que no. Los invito a leer la columna y si esto no los convence, entonces nada lo hará.