Mi obsesión por John Cusack nació el año 2001 cuando vi Alta Fidelidad sola en el cine. Antes lo había visto en un par de películas que me encantaban -la maravillosa Say Anything de Cameron Crowe y 16 Candles con Molly Ringwald, donde hacía un papel chico- pero no fue hasta que vi la cinta basada en el libro de Nick Hornby que me enamoré.
Rob Gordon, su personaje, pasa toda la película haciendo pataletas porque su polola lo deja y cuando la tiene de vuelta, no sabe si la quiere. No tiene ninguna intención de madurar. Tiene una tienda de música donde se pasa todo el día hablando con dos personajes aún más inadaptados que él; y un largo etcétera que seguramente lo convertiría en un idiota para la gran mayoría de las mujeres. Pero yo lo amé; en el fondo era un buen hombre y tenía un gusto musical impecable, lo que siempre es un plus.
La forma en que le habla a la cámara sobre su top 5 de cosas que le gustan de Laura, su polola, terminó de conquistarme. Rob habla de esas típicas cosas en las que sólo te fijas si pasas mucho tiempo con una persona: la forma en que se frota los pies cuando quiere quedarse dormida, su humor seco, como camina, su risa. Con otro actor, Rob podría haber sido un pelmazo, pero con John Cusack, se convirtió en uno de los mejores personajes de su carrera.