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Helen Fisher ha dedicado la mitad de su vida a investigar el amor. En 1991 la científica revolucionó al mundo con su teoría sobre la duración del enamoramiento al asegurar que el amor no es una emoción, ya que al sentirlo, activa una zona del cerebro alejada del centro de la emotividad. Se trataría más bien de motivación, energía y atención focalizada. O sea, un impulso que se desarrolla para satisfacer el proceso del emparejamiento.
Pero en una cosa se equivocó y 19 años más tarde, Fisher, de visita en Chile hace algunos días, explicó que nuevos estudios comprobaron que el amor romántico sí puede durar toda la vida y no cuatro años como en un principio había señalado, ya que descubrió que el amor se divide en tres tipos distintos:
-El impulso sexual, que surge en el hipotálamo (que también controla el hambre y la sed) y despierta el deseo de experimentar con diferentes personas.
-El amor romántico, que nace en el cerebro reptil y que se produce al liberarse dopamina, el mismo químico presente en los adictos.
-El apego, que activa el pálido ventral, una zona del cerebro relacionada con el sentido del gusto y el placer. El apego es una sensación de calma y cariño que se da con el tiempo y permite mantener una relación por años con el fin de criar hijos.
Ahora, ¿cómo saber cuál de todos es el que estás sintiendo?