Que el regalo para el papá, el amigo secreto, la cena de navidad, el año nuevo, el bikini, el rollito de más y el calor insoportable. Todo lo que implique fin de año nos suena a ajetreo y estrés. Para la mayoría de nosotras es algo normal y transitorio, nada que unas buenas vacaciones no puedan arreglar. Para otras es una patología clínica.
Si tienes loco a tu pololo o a tu familia con tus cambios de ánimo, si te sientes angustiada y sientes que nada te sale bien, puedes estar sufriendo de burnout. Este es un cuadro de agotamiento progresivo que se acentúa a fines de año. Así lo explica Gerardo Hidalgo, psicólogo de la Universidad Pedro de Valdivia. “Si bien el concepto es de 1977, recién ahora se ha masificado. El burnout es un estrés en una intensidad y periodo de tiempo que escapa a las características normales y que se da sólo en el ambiente de trabajo”.
Si crees que sufres de este trastorno, ¡hazte ver! Las consecuencias en tu salud pueden ser muy graves: deterioro en las relaciones interpersonales, pérdida de la empatía, depresión; insomnio crónico y graves daños cerebrales o cardiovasculares.
Para las demás, sólo nos queda pensar en nuestras anheladas vacaciones.