Me gusta vestirme bien, lo reconozco aunque nadie lo haga. No sé por qué extraña razón la mayoría de las mujeres siguen las modas, pero ninguna lo acepta. Bueno, no sé si estoy a la moda o no, pero sí me preocupo de mi apariencia. Creo que la vida es corta, al igual que la belleza y la juventud, como para no hacerlo o como para restringirme en usar una pollera corta. Ya tendré tiempo de cubrir lo que no sea digno de ver en unos años y de esconder mis huesos en la tierra durante la eternidad.
Según yo, el arreglo de una mujer dice mucho sobre ella. Denota preocupación y dedicación. Preocuparse de la presentación personal es fundamental. Es la primera impresión que, obviamente, después habrá que llenar de una sustancia rica y consistente. Tal como dice el dicho “La mujer del César, no sólo debe serlo, sino, parecerlo”.
Creo que la vida hay que disfrutarla, y la ropa es algo disfrutable. Es una trivialidad que da placer como muchas otras, pero que nadie quiere reconocer para no quedar como superficial. Es más, dicen que las mujeres nunca tenemos suficiente y es cierto. La que diga lo contrario es falsa. Nos gusta estrenar y tener por montones para escoger. Es como si alguna negara el amor por los zapatos y zapatillas. Obvio que hay excepciones, pero yo hablo de la mayoría, tal como bien lo define el concepto moda: Gusto masivo, impuesto o adquirido, frente a la ropa, los perfumes, los anteojos, los colores, y todo lo que se vincule con el embellecimiento.
En resumen, me gusta verme y vestirme bien como a todo el mundo. No muero por cosas de marca, aunque las prefiero porque generalmente son de mejor calidad y duran más de una temporada, pero eso siempre dependerá de la ocasión y de la plata que esté dispuesta a gastar. Y tú, ¿gastas tiempo en arreglarte?