Siempre me he considerado una persona que le gusta la música electrónica, así que ir a ver a Bob Sinclar en Espacio Riesco era un poco más de lo mismo. No sería un problema.
Nada me hacía imaginar lo que me esperaba esa noche. Llegué como a las 21:30 y entré como de costumbre, acreditada como prensa. Las puertas para al público las abrieron cerca de las 21:45. A los minutos, empezó a llegar la muchachada. Un montón de cabros jóvenes, de entre 20 y 25 que intentaban muy forzadamente parecer pelolais. Sacaban fotos, conversaban entre ellos, compraban copete y se pegaban a la reja cerca del escenario.
A los minutos apareció el Dj chileno y comenzó la fiesta. Baile, pachanga y alcohol. Al rato, más gente y la prensa sin separación del público. La cosa ya no olía bien. La música seguía y nada que aparecía Bob, una, dos, tres, cuatro horas y yo ya estaba sentada dormitando en el suelo mientras miles de jóvenes saltaban sobre mi cabeza y exigían “Bob Sinclar, Bob Sinclar”. De pronto, unas niñas empiezan a gritar “ahí está, ahí está, llegó” y casi no me acuerdo más.
Me paré en dos segundos y traté de acercame al escenario. Nada, empujones, saltos, gritos desenfrenados, patadas, manotazos. A lo único que atiné, fue a proteger mi cámara. De pronto, logro una posición estratégica. Empino los pies, alzo la cámara, preparo mi dedo, fijo un punto, estoy a punto de sacar la primera y única foto buena, cuando un cabro chico de porquería me empuja, insulta y me saca pa' un lado. Le digo que sólo estoy tratando de sacar una foto y me voy. Nada. Más mala onda, más manotazos. Misión imposible. Eran las 2:30 de la mañana y estaba enojada, con hambre, sed y sin aún poder sacar una maldita foto. De pronto, mi prima chica que mide como 1,70 sale en mi defensa. Seca. Mi ídola. Deja su feminidad de lado por unos minutos y agarró a mangazos a la gente logrando hacerme un espacio entre el público. Lejos lo mejor de la noche. Enojadísima insultaba a los pendex porque me tenían encerradísima. A brazo armado contra ellos. De igual a igual. Finalmente gracias a ella y su valentía, logré sacar un par de fotos y a esa hora, 3 de la mañana, ya no me gustaba ni importaba Bob Sinclar, ni el tremendo mambo en el que estaba. Agarramos nuestras cosas y nos fuimos sin mirar atrás.