Creo que cuando empieza hacer frío la gente comienza a cambiar; en la ropa, en el humor y en la forma de alimentarse. El estado de ánimo se vuelve diferente. Uno come más porque el cuerpo necesita más energía para pasar el invierno. La típica marraqueta recién salida y calentita con mantequilla nos hace subir unos kilitos, algo que repercute directamente en las emociones. Nos empezamos a sentir gordas y feas, porque comemos más y andamos con más ropa. A esto, hay que sumarle que la depilación se vuelve menos frecuente si es que no se tiene pareja. O sea, mal o mal.
Definitivamente el verano, las minifaldas, los vestidos, los shorts, la fruta y los helados son lo mejor. En lo personal, creo que el invierno es una época del año muy triste y laaarga. Los días se hacen más cortos y la poca luz, no favorece nada. Hacen que uno ande más mal genio, con más sueño. El frío molesta y a veces, cuando es mucho, llega hasta doler. Ni ganas de salir dan. Al contrario, lo único que uno quiere es irse a la camita calentita. Algo ultra contraproducente porque estar echada todo el día no es sano para el alma (qué lata llegar de la pega a acostarse y despertarse a lo mismo al otro día) ni para el cuerpo (¡ni hablar de la explosión de calorías!).
Lo peor, es que una vez que comienza a hacer un poquito de calor, nos ponemos nerviosas y mal, porque los kilos que ganamos se vuelven absolutamente notorios y comenzamos a arrepentirnos de haber pasado un invierno de pereza y letargo. Definitivamente, lo único que me gusta del largo clima frío es comer rico y con un poco menos de culpa. Si no fuera por eso, prefiero el sol, la playa y la arena por mil.