A mediados de los ’60, la diseñadora británica Mary Quant tuvo una brillante idea basada en los automóviles Mini: la minifalda. Esta prenda que ha pasado de generación en generación, en sus inicios fue considerada uno de los símbolos de la revolución sexual femenina, convirtiéndose en una provocación más que en una tendencia.
Aunque según su definición, la verdadera minifalda es aquella que deja ver al menos la mitad del muslo, hoy las hay de varios tamaños. Algunas más cortas, otras más anchas, algunas vestido, las mini son bienvenidas en cualquier época. En verano nos invitan a mostrar nuestras piernas, ojalá bronceadas, y en invierno, funcionan como la vitrina perfecta para lucir lindas patas y pantys.
En sus comienzos fue la revista Vogue la que las popularizó, y hoy las minifaldas son parte fundamental de cuanto desfile de moda existe, porque son cómodas y denotan juventud, sensualidad y frescura. Además, su uso no requiere de un tipo de cuerpo determinado, aunque siempre se agradece modelarlas en bellas piernas.