Como buena nativa digital, conocí mucha gente en chats, en mis primeros años de interacción en internet. Era una adolescente y conversaba con chicos de otras partes de mi región, del país y del mundo. En rigor, la tónica era lúdica y nada en serio. Pero a veces las relaciones se extendían más y uno empezaba a sentir cosas por las letras detrás de la pantalla.
Una cosa llevaba a la otra y muchas veces me junté con tipos que conocí en un chat. Eran citas a ciegas, porque aunque nos enviábamos fotos, la realidad era muy diferente. Me tocó de todo, tipos que en su foto se veían flacos y en realidad eran obesos o chicos que por chat eran elocuentes y simpáticos y en persona eran una pesadilla.
Confieso que más de una cita terminó en romance. Besos por ahí, abrazos en un cine, huidas a la playa. Ninguna de esas relaciones llegó a buen término. Quizá tuve mala suerte y sólo conocí pelmazos. Como sea, después de tanto tarado, decidí rehabilitarme. Me prometí no más charlas con desconocidos y menos juntas con hombres equis.
Así, di por terminado un período pendejo, que viví entre los 13 y 16 años. Por eso, me quedó la idea de que conocer gente por chat, enamorarse y entablar una relación era algo tonto e infantil. Entonces, me pasa que no puedo creer que haya gente de mi edad o mayor que yo que mantenga relaciones amorosas que cultivó por internet. Sé que sonaré malvada y terrible, pero lo encuentro patético.
Quizá quedé con el prejuicio de mis malas experiencias. No sé, pero de verdad me parece tremendo que haya gente que le tenga fe a las citas a ciegas y a las relaciones web 2.0. ¿Quién es la freaky, ellos o yo?