Foto vía Luca5
Soy profundamente latinoamericanista y tengo todo un rollo con la Pacha Mama y conocer el continente. Mochila en mano, partí con mi novio a lugares como Machu Pichu, la pampa argentina y la selva boliviana. En este último lugar, fui a parar a Villa Tunari, un pueblito de lo más Macondo, escondido entre megafauna ultra fértil, animales desconocidos que no se veían, pero se escuchaban y un río tremendo, que invocaba lluvia tibia en pleno verano. Un paraíso.
La gracia de llegar a ese pueblito boliviano era conocer la selva y ser guiados por una amiga que estaba allí, una "hippie cuiqui" con apellido francés que se había ido a Bolivia a cuidar monos. En Villa Tunari hay una especie de clínica de rehabilitación para monos maltratados, en donde gringos y hippies se enlistan como voluntarios para cuidarlos. Nuestra amiga estaba en eso.
Entramos al parque-clínica y fuimos a conocer a los monos. El peor error de mi vida. La mona se “enamoró” de mi novio y comenzó a acicalarlo, tenía un mono guagua en la espalda que le hacía gracias a mi pololo, parecían una familia. La mona maldita le movía la colita, parece que buscaba pareja. En un momento, mi novio se alejó de la simia, se acercó a mí y me dio un beso. Olvídense, la mona me mostró los dientes y comenzó el show.
Se me lanzó encima, me tiró el pelo, me rompió la chaqueta. Yo sólo huí, llorando. Obviamente a todos les causó gracia, especialmente a mi pololo. Yo me sentía morir. Primero, odiaba a la mona, después me odiaba a mí misma por intimidar a la pobre primate en rehabilitación, en fin. Me taimé con muchos sentimientos encontrados.
Yo amo a los animales, siempre los defiendo, pero esta vez me superó. Por primera vez detesté a un animalito. Igual, era bien suelta la mona ésa, qué se cree, coqueteándole a mi pololo la muy fea. Filo, la historia ya fue. Sin embargo, nunca me voy a olvidar de lo que me pasó y creo que nunca más quiero volver a enfrentarme a una mona. Son brígidas. Cuidado chicas, no dejen a su novio a solas con estas arpías.