Foto vía fumi
Lo peor de irse a vivir solo es asumir las responsabilidades. Cuando vives con tus papás, ellos se encargan de los problemas domésticos. Si te vas de la casa, tienes que asumir los cachos. Anoche, quedó la escoba en mi casa. Por una maniobra tonta, se rompió el baño y quedó todo mojado y con diarios en el suelo. Un asco.
Era muy tarde, tipo diez, y sólo se me ocurrió twittear preguntando si alguien conocía un gásfiter de confianza. Mi sorpresa fue enorme cuando un usuario –con la foto de Mario Bros. como avatar- me dice “Gásfiter a domicilio, presupuesto gratis”. Plop. Las redes sociales dan para todo. Con esto terminé de confirmarlo. Sin embargo, mi fe en las redes sociales nació antes, el día en que Carabineros allanó mi edificio.
La noche en que Santiago fue un campo de batalla, me dediqué a narrar lo que me había sucedido a través de mi cuenta de Twitter. Mucha gente se comprometió con mi causa, se identificaron con lo que me pasó y recibí más de cien retweets. Más aún, Trendsmap Santiago indicó que en algún momento de la madrugada, mi nombre fue tendencia en Santiago y luego en Chile. Brígido.
Nunca pesqué mucho Twitter, pero hace un tiempo mi pega se centra cien por ciento a él. De a poco le he agarrado el ritmo y he cachado que es una herramienta poderosa. Pero con lo que les cuento, me vendí por completo a esta red social.
En serio que le tengo cualquier fe. Pienso que muchos proyectos que busquen contribuir a mejorar el mundo podrían canalizarse por esta vía. Anoche me dormí pensando todo esto. Sé que estoy descubriendo la pólvora, pero fue mi reflexión del día y quería compartirla con ustedes.