Foto vía Cosmopolita.
Yo creo que nací en la época equivocada. Todo lo de los tiempos actuales me carga. No me gustan los celulares ultra tecnológicos, prefiero las bicicletas que los autos y detesto, en serio que sí, los edificios nuevos. Esas torres gigantes, murallones que nos roban la luz, me parece que son lo peor que le pudo pasar a la ciudad.
En aspectos estéticos y prácticos, soy más del siglo pasado. Amo las casas, edificios y barrios antiguos, tienen espíritu y personalidad. Me da la sensación de que los construyeron con cariño, pensando en detalles como el piso, la forma de las ventanas, la amplitud de los espacios. Ninguno es igual al otro, tienen detalles característicos y especiales.
En cambio, los edificios nuevos son tan iguales unos a otros. Desde que me cambié a vivir al centro, hace como un año, en mi barrio se han construido cuatro torres, puras clones pintadas con los mismos colores. Me molestan demasiado. Además, siento que son una estafa, porque son enanos y carísimos. Y sumado a todo eso, la mayoría no sobrevivió al terremoto. Definitivamente, no hay por donde, me hacen mucha mala sangre.
Me gustaría vivir en una ciudad bonita, en la que no derrumbaran un edificio antiguo sólo para chantar encima uno nuevo de cincuenta pisos. Que creciera en armonía, cuidando su patrimonio, sus áreas verdes y la cantidad de personas que es capaz de soportar. Sé que es súper probable que la ciudad no esté mal, sino yo. Me tendré que ir a vivir al campo. Allá voy, sur de Chile.