Fotografía: Vincent J. Brown
¿Cuántas veces han ido por la calle y han visto a alguien que tiene un drama para caminar o que va con muchas bolsas -que se notan pesadas- y ni siquiera han hecho el acto de parar, pensar y darle una mano?
En lo personal, no solía fijarme mucho en eso, de hecho por lo general ando apurada, lo que me impide percatarme del resto. Sin embargo, ahora doy de mi tiempo a los demás. No fue por nada en particular. No es que haya esperado ayuda de alguien en la calle y me la haya negado, pero hay que ser consciente.
Es que la gente hoy en día anda como en un tablero de ajedrez, avanzando y echando al suelo a los que se cruzan por su camino. Sobre todo en el metro, andan pensando cómo escabullirse para, ojalá sentarse, ponerse los lentes, hacer como que leen un libro y quedarse “apernados” en su asiento.
Da lata la falta de consideración y prepotencia de la gente. Si tú andas apurado… es tú problema, ¿para qué empujas al resto? Hay que amoldar la paciencia y templar el carácter, porque cuando andas con doña idiotez en la espalda… se nota.
No es que ande buscando gente para ayudar en la calle, pero ahora, casi como pasatiempo, cada vez que noto a alguien complicado para subir las escaleras, lo ayudo; total, cuando sea viejita quizá la vida me lo retribuya.
Hoy, quienes no contribuyen, quizá en unos años más se pongan en el lugar del otro y les den ese empujoncito que tantas veces dejaron pasar.
Y tú, ayudas al de al lado?