Mi adolescente hermana está ad portas de egresar del Colegio y, obviamente, sus principales preocupaciones a este respecto son: dar una buena PSU y elegir carrera. Está muy orientada hacia Psicología y en ese contexto es que la acompañé a charlas y talleres de introducción a la disciplina. Me pareció una excelente iniciativa, que favorece una decisión bien informada.
Fue así que escuché, por primera vez, hablar de una nueva crisis vital: “La Crisis del Titulado”. Según la relatora, se da entre los egresados que toman un tiempo antes de buscar trabajo, replanteando su vocación y proyecto de vida. También se presenta entre quienes ya ejercen su profesión, pero no se sienten satisfechos con ella, al no existir correlación entre la realidad del mercado y sus expectativas.
El tema me pareció súper interesante. Entre mis amigos, varios han replanteado su vocación. Las razones de este fenómeno son diversas: dificultad para encontrar empleo, desempeño en áreas distintas a las afines (que desvirtúan su concepción original de la profesión) y un largo etcétera. Se incluyen expresiones tales como: “no encuentro sentido a lo que hago; no me siento en plenitud”.
Googleando el tema, encontré que son muchos los veinteañeros y treintañeros que se manifiestan “en crisis” y en una búsqueda personalísima de “su verdadero yo”. En un foro leí respecto a un joven que se reconocía exitoso, padre de familia y profesional cotizado, pero que “buscaba desesperadamente pasión”. No pasión carnal, sino aquella que te remece la fibra cuando trabajas en lo que te agrada. Cuando sigues tu proyecto de vida.
Personalmente, creo haber atravesado la mencionada crisis cuando egresé de la Universidad y descubrí que las oportunidades en mi carrera eran limitadas. Y, cuando surgieron, fue en el ámbito corporativo (no el que yo anhelaba). Esperaba que el desarrollo de mi profesión fuese creativo - de constante producción textual -, más que asociado a imagen empresa.
Buceé en mi interior. Inicié nuevos estudios. Pero finalmente llegué a una valiosa conclusión: amo lo que hago, (no en vano me sacrifiqué por ello) Quizás no en todas su facetas; en unas más que otras. Pero puedo encontrar vías, alternativas para orientar mi profesión hacia lo que me apasione. Con pasión se pueden mover montañas. Estoy convencida de eso.
Es por ello que, cuando veo que algún cercano atraviesa la “Crisis del Titulado”, le recomiendo que se reencante con aquello que escogió, recordando por qué lo escogió. La profesión –o el trabajo, el proyecto de vida que se disponga – es como una relación de pareja. Pasa por altos y bajos. Pero no hay que desistir a la primera dificultad. Vale la pena recordar esa pasión inicial que nos movía.
Para quienes están en vías de elegir carrera, o proyectando el futuro que desearían, les aconsejo pensar bien lo que quieren, con claridad de por qué lo quieren y de que será un camino con obstáculos, no de pura alegría. Sin embargo, no deben dejar que éstos les desanimen, porque harán más sabroso el triunfo y les instarán a seguir luchando por aquello que les mueve, por lo cual estarán dispuestos a sacrificarse y que les genera pasión. Esa pasión que no cree en imposibles.