Por Titi Fontaine Siempre me he considerado “mina”, bonita de cara y lindo cuerpo, pero de un tiempo a esta parte he subido considerablemente de peso. Así que, muy preocupada por el alza de kilos en tan pocos meses, fui a la Nutricionista para ver qué pasaba y sorpresa: estaba sanita, sanita, por lo que mi problema era que estaba comiendo en mayor cantidad y más calorías.
El bajar de peso ha sido un proceso lento, de sacrificios y de educar nuevamente al cuerpo. No les voy a mentir, hambre no he pasado, sin embargo, lo más difícil es sufrir con las tentaciones de cositas ricas del día a día. Para alguien a quien siempre le gustó su cuerpo estar bordeando la obesidad es un tema complicado. La ropa ya no te queda, los abrigos derechamente no cruzan, los jeans no suben y te sientes fea. Pero hace un par de días, preparándome para salir con un amigo, comencé a arreglarme, me ondulé el pelo, me puse unas calzas (por eso de que los pantalones no me quedan) y un maxi chaleco, me maquillé con tiempo y calma, me puse accesorios, me miré al espejo y pensé: “Titi, pero qué mina te ves”. Me sentí bonita y entendí que el ser mina es una cosa de actitud. Si la tienes el resto la reconoce.
Un ejemplo de aquello es que apenas salí a la calle me piropearon un par de veces. Por eso es importante aprender a sacarse partido. Si tienen lindas piernas usen faldas que las resalten, si les gustan sus pechugas usen un buen escote, o ropa suelta y ondera para disimular en rollito, etc.
Les dejo esta experiencia, esperando que le sirva a alguien. Por acá seguiré batallando por perder esos kilos de más que subí por golosa.