Toda mi vida he sentido una gran admiración hacia la cultura de oriente. Fue por este camino que conocí y me llamó la atención la danza árabe, y supe que el algún momento de mi vida tenía que aprender alguna de ellas.
La oportunidad se presentó el año pasado, gracias al dato de una cuñada que lleva años bailando, llegué a inscribirme a una academia de baile muy profesional y me encantó.
La verdad fue todo un desafío, ya que debes ir soltando el cuerpo e ir asumiéndolo como un medio de comunicación. ¡Y qué decir de la vergüenza! Vivir la tortura de tener que repetir una secuencia de pasos adelante, frente a todas tus compañeras, al principio cuesta, pero después te vas relajando.
Lo bueno es que a medida que uno va aprendiendo también comienza a disfrutar mucho más de la música, te liberas de los tapujos y el cuerpo empieza a sentirse de otra manera. Lo recomiendo, sobre todo, porque es un buen ejercicio para desarrollar mayor seguridad en ti misma y además, porque es un baile muy sensual, que te hace conectarte con aquellas partes de tu cuerpo más expresivas y que se ven tan femeninas al ritmo de la música árabe: hombros, caderas, pecho, cintura.
Creo sin duda que es una experiencia maravillosa, que te conecta con tu femineidad y te enseña a disfrutarla y expresarla. Al finalizar el semestre, todo esto culminó en una presentación de todos los cursos y la misma profesora, más invitados bailarines internacionales. Pero lejos lo más emocionante fue bailar sobre un escenario, frente a un público de unos cientos de personas. La adrenalina ni se las podría describir, pero lo mejor fue que a pesar de los nervios, disfruté tanto bailar: sentirme sensual, femenina, y poder expresarlo de tal forma.
Es por esto que hace poco decidí retomar las clases. ¡Se las recomiendo totalmente!