Descubrí “Los Juegos del Hambre" por casualidad: camino a mi antiguo trabajo instalaron un letrero publicitando la película. La imagen de una chica joven (Jennifer Lawrence) arco en mano y apuntando su flecha, junto con el sugestivo nombre, cautivaron inmediatamente mi interés. Si bien desconocía de qué se trataba, sentí curiosidad por verla y me alegra haberlo hecho, ya que se convirtió en uno de mis filmes favoritos. Ahora me dispongo a comenzar la lectura de los libros.
Es que la trilogía escrita por Suzanne Collins – que da origen a las cintas-, es mucho más que una historia de amor juvenil. Porque si bien lo aborda, también constituye una poderosa y certera crítica a la sociedad actual. Comienza con la presentación del ficticio “Panem”, donde un régimen totalitario obliga a 24 adolescentes (dos por distrito) a participar de un sangriento combate, en el cual habrá un solo ganador (el único sobreviviente). Todo es televisado y mostrado al pueblo, como recordatorio de que no debe rebelarse nuevamente contra el Estado. Esto, porque una cruenta revuelta habría sido acallada más de medio siglo antes.
Al ver la cinta, llamó mi atención la similitud del programa “satélite” – en que el animador, Caesar, entrevista a los jóvenes que vivirán la carnicería como si fueran celebridades – con aquellos que en nuestro país se transmiten en torno a los realities (dinámica casi idéntica). Es más, estoy segura de que si fuese lícito preparar nuestros propios “Juegos del Hambre” no faltarían productores que sobarían sus manos por mostrar muertes en vivo, ni participantes voluntarios, ávidos de fama. Tampoco público ansioso de presenciar la masacre. Pero ese es otro punto.
Este año se estrenó “En llamas”, segunda parte de la fabulosa saga y no decepciona. Si bien el comienzo puede parecer algo lento (conocemos el devenir de los personajes tras los acontecimientos de la primera entrega), pronto retoma el ritmo vertiginoso que caracterizó a su predecesora, envolviendo a los espectadores en un relato cautivante e intenso, que invita a la reflexión. La historia evoluciona y el régimen ahora deberá enfrentar una incipiente rebelión, inspirada en la fuerza y pasión de nuestra heroína. ¡Ciertamente un acierto cinematográfico!
No es mi ánimo soltar “spoilers”, por lo cual no queda más que invitarles a disfrutar de esta conmovedora historia que, vista con mirada crítica, tiene desconcertantes atisbos de realidad. Ya sea leyendo la obras de Collins – experiencia que no tiene comparación, por excelentes que sean las versiones fílmicas - o bien, yendo a las salas de cine a dejarse cautivar por un relato profundo y bien narrado, preámbulo ideal de un entretenido intercambio de opiniones al respecto con nuestro acompañante. ¡No se arrepentirán de este sorprendente viaje por Panem!