Lo sé, lo sé, puede parecer una locura para muchas de ustedes, pero esta idea lleva dando vueltas en mi cabeza desde hace varias semanas: creo que me cargan las guaguas. Lo siento, en verdad no puedo evitarlo. Sus llantos, que se porten mal, pensar en cómo transforman la vida de sus padres hasta el último detalle, y eso de saber que si alguna vez tengo un hijo jamás voy a volver a dormir en total profundidad… uf! Me llega a parecer casi terrorífico.
Y si bien sé –al menos me quedó claro después de escuchar a mi mamá decirlo una y otra vez- que aún me falta tiempo para crecer y madurar, esperando alcanzar ese estado mental y emocional adecuado para ser madre, me preocupa un poco el saber que a mis 26 años aún no sienta una pequeña –aunque sea chiquitita- curiosidad por lo que significa tener y cuidar de un niño. Ay, si de pensarlo se me paran los pelos. ¿Estaré medio loca o algo?
Porque a pesar de que entiendo que es totalmente normal que no todas las mujeres tengamos pensado ser mamás como parte de nuestro proyecto de vida, igual tiendo a compararme con algunas de mis amigas que ya están esperando a sus primeros retoños, y que parecen no poder más con su felicidad, subiendo todo el día a Facebook fotos de los regalitos para sus guaguas, sus ecografías, las noticias de sus controles médicos… y yo sin conmoverme siquiera un poco. De seguro tengo algún problema, ¿no creen?
Pero quizás, tal como dice mi propia madre, el síndrome Robin Scherbatsky (de ni siquiera pensar en tener hijos y preferir enfocarnos en otras cosas de nuestra vida, como nuestro trabajo) es sólo una fase que algunas mujeres tienen que pasar, para finalmente dar paso a nuevos y más importantes desafíos en la vida, como es el de armar y tener tu propia familia, ¿o no?
Y ustedes, ¿qué creen? ¿Es normal pasar por etapas en la que no queremos saber nada de los niños? ¿Creen que eso pueda cambiar con el tiempo?
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