Todas conocemos la historia de Peter Pan, el niño que no quería crecer y se quedaba pegado en esa etapa, reclutando incluso a más impúberes para armar su colonia en Nunca Jamás. Y no es casualidad que haya sido justamente una chica - quien sentía cosas por él -, la que trataba de hacerle ver lo inmaduro de todo esto, cuidándolo y aconsejándolo tanto a él como a sus propios hermanos.
Imagínense esta paradoja llevada a las relaciones de pareja. No faltan las pololas, novias y esposas con este síndrome, que perciben a sus parejas como verdaderos "hijos", opinando y aconsejando sobre cómo tienen que vestir, qué deben hacer o qué tipo de alimentación es la adecuada para ellos… En fin, se creen con el derecho de cuidar cada aspecto de la vida del otro. Y en la sociedad actual, donde de a poco las relaciones de género se van equiparando, no faltan tampoco los hombres que poseen complejo de "padres".
Y este síndrome no tiene por dónde ser sano. Porque está bien preocuparse de quien amas, pero en estos casos - al traspasar el límite y asumir un rol que no te pertenece -, se producen desajustes en la relación. Esto, ya que el miembro que es objeto de este síndrome - es decir, al que se trata como hij@ - va generando una imagen distorsionada de su pareja, con la cual crea un sentimiento de dependencia muy dañino a largo plazo. Y es precisamente eso lo que busca el "padre/madre": volverse imprescindible en la vida del otro.
Nada de esto puede ser bueno. Lo verdaderamente saludable sería tener claro el rol que queremos cumplir en la vida del otro. Y es que para ser mamá o papá, mejor optar por la maternidad/paternidad, ¿no creen? ¡Qué fome ver al pololo como una obligación por sobre un compañero de vida…!
Una relación sana debe ser entre iguales y bajo ningún concepto basarse en la dependencia del otro, por mucho que las películas de princesas y teleseries nos lo quieran hacer creer.
He dicho.
Foto 2 CC Vía JeffChristiansen