Durante nueve meses compartimos un sinnúmero de bellas emociones, sensaciones y experiencias. Establecimos una increíble conexión sin precedentes. Simplemente, nos amamos. Hasta que llega el momento de seguir, juntos, pero no revueltos.
Todas quienes somos madres sabemos la maravilla que es llevar a un pequeñín en nuestro vientre. Y que la relación que se forma es mágica. Por lo mismo, el momento de “la separación” - cuando comienza su vida “independiente” de nuestro cuerpo -, conlleva fuertes emociones para ambos. Para él, la experiencia nueva de enfrentarse a un mundo tan grande como desconocido genera miedo y curiosidad a la vez. Nosotras, en tanto, estamos ansiosas por abrazarlo y ver su carita. Sin embargo, también extrañaremos sus pataditas en nuestro vientre.
Para que este momento sea menos traumático, en muchos recintos hospitalarios se está practicando la técnica del “apego” temprano, que consiste en dejar al recién nacido por unos minutos (de 30 a 40) junto a su madre, de manera que pueda tocarla y olfatearla antes de que los médicos sigan el habitual procedimiento de limpieza y aspirado de fluidos. Durante estos exquisitos momentos, el bebé conseguirá calmarse tras el impacto de conocer el mundo, y entreabrir los ojos, mientras recibe la infinita ternura de su progenitora. Ésto genera en él un estado de beneplácito, en el cual se siente tranquilo y contenido. También se estila que la madre lo amamante por primera vez en esos mágicos instantes.
Luego, el niño es retirado de los confortables brazos maternos para recibir los cuidados médicos correspondientes. Sin embargo, tan increíble es la conexión que se establece en esos minutos memorables, que el bebito que verán después del salto ¡simplemente se resistió a abandonar los brazos de su madre!
Y tú, ¿tienes hijos? ¿los recibiste siguiendo la técnica del apego?