Siempre he llamado mucho la atención por la cantidad de lápices que he juntado en mi estuche, tanto en el colegio como ahora en la universidad.
Todos se preguntan para qué cargo tantos lápices conmigo, si al final termino usando siempre los mismos: el azul y el rosado para destacar. Nunca he tenido una respuesta coherente para ellos.
La verdad es que me encantan los lápices, sobre todo los rosados y los morados. Acabo de contar cuántos tengo de cada uno y la cifra para el resto es exagerada e innecesaria, pero para mí es un orgullo, total, mi plata no más me ha costado: Los rosados son 30 lápices y absolutamente todos de tonalidades diferentes y en cuanto a los morados, son sólo 15. Creo que tendré que trabajar mejor al respecto.
Se preguntarán dónde guardo tantos artículos de oficina y bueno, la respuesta es un poco increíble: tengo cuatro estuches grandes y generalmente cargo dos en mi cartera.
Ni yo entiendo muy bien para qué quiero tanto lápiz. Siempre que entro a una librería - ya sea por materiales para mi hermana menor o algún cuaderno para mí -, salgo con alguno novedoso que haya visto.
Otra cosa curiosa, es que no tengo recuerdo que algún lápiz se me haya acabado. Siempre uno reemplaza al otro a tan sólo unas semanas o días de haber iniciado su uso; por lo tanto, cuando los cambio por “antigüedad” , es debido a que los tengo hace más de un año, pero no precisamente porque hayan cumplido su vida útil.
Con tal solo abrir el estuche sé si me falta alguno y una especie de desesperación aborda mi cuerpo. Ahí parte la operación rescate: abro mi cartera y con mucha paciencia comienzo a buscar, rincón por rincón, hasta que lo encuentro, lo devuelvo a su lugar de origen y la tranquilidad me invade. ¡Estoy loca, lo sé!
Debo reconocerlo y si algún compañero lee esto, que lo sepa: ¡me carga prestar lápices! Pocas cosas me enfurecen más que otra persona los use. Encuentro asqueroso que se los echen a la boca o los tomen con sus manos llenas de grasa luego de haber comido.Soy muy solidaria con todas mis otras cosas, incluso con mi ropa, pero mis lápices los toco solo yo.
Muy al pesar de mi billetera, odio los tradicionales lápices Bic. Considero que no tienen ningún atractivo y que ni siquiera escriben bien.
Esta es la loca obsesión que tengo desde hace al menos diez años, que me ha costado un ojo de la cara y me sigue significando sus buenas lucas mensuales.
Tú, ¿tienes alguna fijación como la mía?
Foto CC vía Wikimedia