Son las siete de la mañana, vas apurada a tu trabajo o a la universidad. Recién te has bañado, te pusiste tu perfume favorito y vienes fresca, lista para un nuevo día. Pero con tan sólo entrar al metro, todo se va al demonio. El aire está viciado y al subir al vagón, la situación empeora en un 100%. Te encuentras inmersa en un lugar con una mezcla de olores, dentro de los cuales claramente destaca el mal aliento.
Te pones a pensar en lo temprano que es y que se supone están todos recién levantados y con –al menos- los dientes lavados. Es ahí cuando te preguntas qué es lo que pasa con esa gente ¿Acaso no se sienten el mal olor?. A la vez, estás tranquila porque tú no eres una de las que contribuye a crear ese desagradable ambiente.
Si pensabas que esto era lo peor, es porque todavía no se ha parado frente tuyo ese hombre más alto que tú y que justo bosteza en tu cara y te obliga a respirar el olor a muerto que sale de su boca.
El pelo sucio y pegado es otra cosa asquerosa que podrías ver en el metro. Bien sabemos que lo que sobra no es precisamente el espacio y tener a una mujer frente a nosotros, con el pelo maloliente y notablemente sucio, es desesperante. ¿A dónde giramos la cabeza? Seguramente no habrá espacio y no queda más que contar cuántas estaciones faltan para bajar o al menos, llegar a una combinación para que el tren se desocupe.
Es así como esa mezcla rara de olores se convierte en lo más terrible que te puede pasar para iniciar día. Si no tienes otra opción además del metro, lo mejor es que te armes de paciencia y lleves un poco de perfume muy a mano. ¿Alguna otra sugerencia?
Foto CC vía Wikipedia