Tanto mi hijo como yo amamos la música. Y en ese contexto es que buscamos páginas y apps para descargar a nuestros intérpretes favoritos. Sólo que él pone en dicha tarea un poco menos de cuidado que yo, infectando mi computador con molestos virus (al menos en el navegador), cada vez que descarga una melodía.
El problema no es ese. Cualquiera puede tener un percance al bajar música y escoger para ello un portal indebido. El punto es que a partir de entonces se abre una molesta ventana publicitaria, en que por lo general aparece una persona cantando (bastante mal, y si lo hiciera bien, me importa un pepino. ¿Por qué me fuerzan a escucharla si no tengo ganas?)
Me pregunto: ¿creerán que lo hacen de maravilla con suscribirse a esta molestia? ¿que una, al escuchar los alaridos, dirá “wow, dónde estaba esta melodiosa voz que yo no la había oído” y se hará fan? ¿No se darán cuenta que con estos odiosos programas no hacen más que rebajar la dichosa página a la categoría de spam o estorbo? ¿Que es más la antipatía que genera que el interés?
Al menos yo, con las canciones y servicios que me ofrecen en los momentos menos oportunos, ¡ni a misa! ¿y ustedes? ¿También han sido víctimas de esta espantosa e invasiva publicidad?
Foto CC vía Flickr (Don Hankins)