Hay muchas cosas que nos generan frustración: una cesantía prolongada, imposibilidad de independizarnos, falta de dinero, problemas amorosos o una deficiente salud, que limita nuestras actividades normales. ¡Y es heavy! Porque sientes que tus proyectos están empantanados por razones que - en un primer análisis - son ajenas a nosotras.
Claro, porque si no hay trabajo, no hay dinero y sin dinero, no hay casa. Si no tenemos la amorosa compañía del hombre que escogimos, para muchas lo anterior pierde relevancia. Y si no, al menos se suma a un nutrido compendio de “desastres” que nos llevan a momentos de profundo desprecio respecto del mundo. ¡Y por Dios que cuesta lidiar con eso! Perdemos energía, nos sentimos carentes de fuerza, confundidas y dando vueltas en círculos. Lo cual bajo ninguna óptica es sano.
Pero, ¿el problema de fondo no serán las múltiples expectativas que nos hemos trazado y la impaciencia porque sean parte de nuestra realidad? El medio poco contribuye a aceptar el “paso a paso” (sí, porque todo proceso se lleva en forma paulatina, aunque nos cueste admitirlo): en la web, el tiempo transcurre tan rápidamente que nos marea. Nos lleva a sentirnos ahogadas en la propia rutina. Vemos actualizaciones de estado a razón de 30 por hora, donde hay contactos de nuestra edad que muestran sus fotos de su regia casa y bonita familia (al menos en lo aparente). Mientras, nosotras vivimos a duras penas, a patadas con las chauchas. Nos sentimos exigidas - socialmente - de contar ya con nuestras cosas y ojalá ¡a todo trapo!. Y claro, sentimos que llegó el momento de volar… pero nuestras alas nos parecen demasiado cortas.
El mejor consejo que les puedo brindar para luchar contra la frustración es dejar de lamentarse y ¡ocuparse! Últimamente he conversado con amigos muy queridos que se sienten sofocados por las circunstancias, sin saber cómo abordar sus sueños ni de que forma comenzar a concretarlos. Se quedan entrampados en lamentos sin asumir una actitud proactiva en pos de ello. ¿Es el caso de alguna de ustedes? ¡Chicas, todas hemos pasado por esas etapas! Pero no hay que perder de vista que poco ganaremos llorando en casa: ¡tenemos que salir y tomar el toro por las astas! Aunque duela, así cueste lágrimas de sangre. Nadie dijo que la vida fuera fácil; justamente lo que más vale, es lo que más cuesta. Si esperamos que las soluciones nos golpeen la puerta, podemos llegar ¡hasta a echar raíces sin obtener los resultados ansiados!
A mí misma me ocurrió que dediqué un par de meses a refunfuñar contra las circunstancias adversas. Poco hice para construir el futuro que anhelaba. Pero llegó el momento en que me miré al espejo y me di cuenta que podía. ¡Tenía todas las herramientas, pero me faltaban las ganas! Me ponía mil excusas producto del miedo, hasta que me animé a ir por la vida que yo quería. ¡Y me fue estupendo!, las cosas fluyeron tal como las deseaba. Me di cuenta entonces del precioso e irrecuperable tiempo que había perdido lamentando mis desgracias.
Por eso, si quieren algo, amigas, ¡vayan por ello! Llegará en un triz, y les sorprenderá cuán rápido si ponen su corazón y energías en lograrlo. Eso sí, no se “echen en los huevos”. La vida es una batalla constante y una vez que concreten sus propósitos, deberán esforzarse para mantenerlos. ¡Y eso es lo bacán! ¿o no? Después de todo, como dice mi amiga Pily: “la única derrota es no seguir luchando”
Foto CC miuina