Reconozco haber dormido con mi hermoso hijo desde su más tierna infancia; apenas salió de mi barriga y llegó a la casa, para ser exacta. Resultaba muy cómodo para mí tenerlo cerca y así poder vigilar su sueño, además de ponerle mi pecho en los horarios que lo requiriera. Si bien tenía una preciosa cuna y su propio espacio - con un decorado de ensueño -, siguió durmiendo conmigo hasta que los años (y su crecimiento) nos hicieron forzoso apartarnos.
Siempre me dijeron que mi curioso hábito era inadecuado; que debía dejarlo en su cama (aunque llorara) hasta que se quedara dormido. Que estaba creándole un mal hábito. Y yo asumí que tal pensamiento era el correcto, pero ¡qué se le iba a hacer! No podía dejarlo en su cama y dormir tranquila. Me asumía malcriadora y punto.
Sin embargo, para la psicóloga Varinia Signorelli, mi actuar era el indicado. ¡Sí, transcurridos años desde lo que les relato, ella me dio la razón! Lo que hice fue excelente, ya que hoy la profesional recomienda a nuestras lectoras que comparten el hábito que yo tenía “seguir su intuición”, ya que lo que nosotras sintamos necesario para nuestros hijos siempre “será lo correcto”, independiente de la edad que éstos tengan. ¡Y sin importar lo que terceros nos digan!. “No conozco a ningún adulto que aún duerma con sus padres porque no lo pudieron sacar de la cama”, dice Varinia.
La profesional indica que también es beneficioso colechar con nuestros hijos mayores si es que los vemos inseguros, hasta que adquieran el aplomo necesario para dormir solos. A juicio de la psicóloga, no hay cosa peor que la lucha de los padres por echarlos de la pieza cuando éstos necesitan su compañía, apoyo y contención. Los pequeños se quedan con una terrible sensación de angustia y desamparo, mientras que los progenitores tampoco conciliarán el sueño, producto de la preocupación.
Para Varinia, el mejor legado que podemos dejar a nuestros hijos es el contacto afectivo real. Es más, recomienda el uso de cunas de colecho (que prescinden de una hilera de barrotes, pudiendo adherirse a nuestras camas), considerando por supuesto las medidas de seguridad pertinentes. Y los demás, ¡que digan lo que quieran! Nadie mejor que una madre para saber lo que su hijo necesita. ¡Y no hay más que importe!
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