Hoy queremos saludar no sólo a quienes tienen la dicha de ser padres por la vía biológica, sino también a aquellos hombres valiosísimos que tomaron la opción de serlo por iniciativa propia (y, por supuesto, también a esas mujeres valientes que asumieron solas ambos roles). Porque no es padre quien engendra un hijo: siendo así, un donador de semen puede serlo; lo es quien ama y se sacrifica por el o los pequeños cuyo cuidado ha asumido como un compromiso.
Ser padre es mucho más que ser el dueño del espermatozoide que un buen día fecundó un óvulo: es estar, cada vez que el hijo los necesita. Es asumir, por voluntad propia, la maravilla de la vida. Y hacerlo con todos los pros y contras que eso implica. Esos hombres, queridas mías, valen oro.
Por lo mismo, vayan mis respetos a todos quienes recibieron de buen grado la noticia de una paternidad inminente y desde entonces han procurado dar amor y cuidados a aquellos niños que llegaron a su vida. Pero también a aquellos que conocieron después a “sus hijos” y desde entonces, para siempre, se quedaron junto a ellos. Y, claro, incluyo a esas mamás que han doblado sus responsabilidades para cumplir a la perfección (y con el alma) ambos roles.
A ellos, el mejor día del padre. Y las mayores bendiciones no sólo en esta jornada, sino en la vida. Todos tenemos a un personaje de éstos en la nuestra, a quienes debemos innumerables alegrías y parte de lo que hoy somos. Por eso, nuestra máxima gratitud y ¡muchas felicidades!
Imagen CC dadblunders