Discúlpenme si alguna es hija o señora de uno, pero no soporto a los choferes mala onda. ¿Cómo no entienden que manejan una micro y no un tren?. Son expertos en la grosería básica y en llenar el pasillo como los winner del “tetris”; simplemente no aguanto que se crean los dueños del mundo por tener una maquina entre las manos.
Debo confesar que esto no es algo nuevo para mí: recuerdo que en aquellos años en que estudiaba y usaba jumper, fui víctima de una rauda curva, la que me dejó sentada en suelo y con el trasero lleno de mugre. O aquella vez en que por hacer carreras con otras micros no alcancé a bajarme y colgué de la puerta como tres paraderos.
Me exaspera su actitud dominante y machista: es verdad que las mujeres somos un poco imprudentes al volante, pero no es razón para detener la micro y bajarse a explicarle a grito pelado a una conductora que se ganó la licencia en un raspe. ¡Como si ellos no la hubieran obtenido en un juego similar!. Nada les da derecho a tomarnos la mano al entregarnos el vuelto o piropear nuestra retaguardia al bajar. Es el colmo que en un día de lluvia en que todas las calles están inundadas, te paren en medio de las pozas - siendo que en el paradero el agua no ha hecho estragos - o nos tengan apretados como sardinas para que entren diez personas más.
Señores choferes: esto no es la saga “Divergente”; no tengo por qué irme en la pisadera con la puerta abierta en plena variante Agua Santa, ni correr detrás de ustedes porque no se detienen en el paradero, pero sí dos cuadras mas allá. Me niego a bajarme si la micro está en movimiento y no aguantaré más que me tomen la mano de forma libidinosa.
Imagen Cc: Rojas y su mirada