Por quinta vez me veo leyendo una frase que me envió “aquel” personaje. Sí, “aquel”, ese que no es nada más que un amigo o quizás un compañero de trabajo, y me siento como la Lily cuando analizaba al Cucho (Mamá Mechona) ¿Qué habrá querido decir con esa frase? ¿Y si está tratando de insinuar algo? Lo más probable es que me esté pasando rollos… pero ¿y si no? ¿Y si de verdad quiso decir algo más con eso?
¡Ah! Qué raro e incómodo es sentirse una pendeja nuevamente cada vez que te envía una frase. ¡Sí, frase! Porque el mensaje completo no importa tanto, sólo aquellas líneas que te aceleran las palpitaciones porque uno cree que hay algo más detrás de esas palabras. A “aquel” personaje lo conozco hace varios años, lo encontré por Internet como a varias otras personas, hemos salido solos, con amigos, se ha armado algo entretenido, una buena onda, pero para mí hay una pequeña distinción: me pasan cosas con él, me vuelvo una niña, me duele la guata cuando hablamos o cuando se que lo veré, me vuelvo torpe, no sé como actuar, no sé que decir y por más que sé que no ocurrirá nada, no lo puedo evitar.
No es un modelo pero tiene lo suyo, aunque a mí me gustó desde que conversábamos en Internet. No tiene que ver con su aspecto, tiene que ver con él: cómo piensa, las cosas que le gustan y lo emprendedor que es ¿Por qué simplemente no le digo? ¿Están locos? ¡Qué plancha más grande!De niña cuando supuestamente los golpes no duelen tanto, le escribí una linda carta a un compañero que me gustaba mucho, esperanzada a que él la leyera y me agradeciera todas las cosas que despertaba en mí. Pero, ¿qué pasó? En pleno recreo se la leyó a sus amigos y durante un par de años fui identificada como la “chica de las cartas”. Esas cosas aunque una quiera no se olvidan, y repetir la experiencia ahora de grande me aterra.
Sí, puede que no sea lo mismo, somos personas adultas y las situaciones son muy distintas, pero la plancha de decirle y que no pase nada, que yo me estuviese pasando rollos sola, sería casi como tirarme a una piscina de lo mas alto del trampolín y que ésta estuviese vacía. ¡Lily, no sabes cuánto te entiendo! Decirle a Cucho que era una persona importante en tu vida y que te dieras de frente con la piscina vacía es el resultado al que todas le tememos.
Miro mi celular por sexta vez, vuelvo a leer esa frase y aunque sé que la opción lógica de una adulta bien formada sería decirle lo que me pasa con él, seguiré haciendo lo mismo de siempre, porque “aquellos” personajes son nuestros príncipes azules, no son perfectos, pero son necesarios para mantener esa inocente magia e ilusión de aún creer en los cuentos de hadas con lindos finales felices.
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