Es complicado enojarse con una misma. Pero más aún lo es hacerlo de manera tan reiterada que ya te comienzas a caer mal. Lo bueno es que dura un rato y luego pasa.
Todas hemos tenido semanas en que la Ley de Murphy parece disponer las cosas en nuestra contra. Y, ¿por qué? ¿Sólo por crueldad del destino? ¡No! porque nos apastelamos. En algún momento del proceso (cualquiera que sea el que vivamos), cometemos un error que nos parece “imperdonable”: somos demasiado “light” o al revés, insoportablemente neuras. Ofendemos sin querer, perdemos la paciencia y sucumbimos ante las mañas. No siempre vemos frente al espejo a la mujer que queremos ser y - cuando eso pasa - nos da rabia. Y claro, nos caemos mal.
Sí, porque nos cuesta controlar la naturaleza típica femenina. Esa, que es cuática y se “arma atados” por cosas mínimas. La que aunque tenga los mejores propósitos de construir paraísos, sin querer termina en tempestades. ¡Y sobre temas tan absurdos como cuánto marca la balanza o por qué nuestra pareja no llama! Claro, somos conscientes de nuestras mañas, pero nos cuesta controlarlas: son parte de una. Y es que nos exigimos ciertas conductas o cánones de "perfección" a los cuales ¡no toleramos! fallar. Yo creo que la solución sería tener más paciencia con nosotras mismas, pero lo delirante de esto es que: somos la persona a la que menos detalles "perdonamos". ¡Y eso es muy "de loca", pero todas lo compartimos!
¿Habrá algún remedio, amigas, para este delirio?
Imagen CC Lauren Rushing