Comencé a escribir cuando tenía ocho años. De ahí en más, jamás paré. Mi vida ha estado siempre vinculada a las letras, así como cada acontecimiento crucial en ella. Son casi como mis pulmones: a través suyo respiro. Y esto se ha manifestado en mi avidez por la lectura, los numerosos cuentos que he escrito y la elección de mi primera carrera, periodismo (en lugar de literatura, mi eterna vocación)
¿Por qué les cuento eso? Bueno, es simple (o no tanto): pese a lo bien que manejo el lenguaje, hay una persona con la cual mi principal habilidad parece rebotar. Y no es un tema menor, ya que es un ser de sumo importante para mí: nada menos que mi pololo. Suena muy “de loca”, pero es verdad.
Sucede que él es la persona más increíble que he conocido. Ya, puede que cada mujer enamorada de este mundo piense que su compañero es lo más. Pero en mi caso, esta afirmación va más allá de la subjetividad de mis sentimientos: es en verdad deslumbrante (aunque no entraré en grandes detalles). Lo que les puedo contar es que además de lo maravilloso que es, también es guapo e inteligente (sí,modo fascinación nivel Dios)
En fin: me pasa que me gustaría expresarle todo lo que me inspira, lo mucho que me importa y que daría mi vida por hacerlo feliz. ¡Es más, se lo digo! Pero siento como que las palabras, con toda su riqueza, no alcanzan para manifestarlo. Rebotan y resbalan, quedándose pequeñas. Y es que lo que representa para mí, va más allá del lenguaje o lo cuantificable. Es infinito.
Suena bonito, pero la verdad es que esto me desespera un poco, ya que me siento “atorada” al no poder expresarme bien por medio de mi canal favorito. Pero bueno, comprendo que a veces los sentimientos pesan mucho más que las palabras. (Ya, estoy loca, lo sé)
¿A alguna de ustedes le pasa?
Imagen CC laradanielle