Soy conocida por ser una mujer que toma decisiones a la rápida, que no piensa antes de actuar y cuyas ideas no pasan por el filtro del criterio antes de salir por la boca. Más de una vez he metido la pata, pero en otras ocasiones mis salidas han traído frutos muy beneficiosos para mi vida.
Mi "no - relación" empezó en el Parque Intercomunal de La Reina, en una fiesta de la cerveza el año 2011. Lo conocí por medio de unos amigos y me gustó altiro porque era genial- y ¡demasiado mino! Cuando volví a la sobriedad lo agregué a Facebook y cuando nos encontrábamos en los pasillos de la U lo saludaba pero él me pescaba nada. Así,empecé a buscar a mis amigos y logré que "casualmente" coincidiéramos en carretes y juntas de grupo. Así empezamos a salir "en patota", pero nunca juntos. Sólo nos topábamos. Después de varios fines de semana "saliendo por casualidad" me invitó a ver un partido del Colo Colo- tiene cero concepción de una cita romántica- y ahí empezamos una affaire que de a poco empezó a tomar forma.
Pero pasó el tiempo y ya estaba aburrida de tener una relación sin nombre. Ya me había pedido la exclusividad y un mes de "andar" me pareció suficiente. Cómo él no se decidía, tomé mi celular, marqué su número y ¡lo llamé! Hablamos un poco y luego, cuando encontré el momento perfecto, le dije: "Oye, llevamos harto tiempo saliendo, yo creo que deberíamos pololear... ¿Quieres pololear conmigo?" Esto causó un silencio al otro lado de la línea y luego de unos segundos de suspenso me dijo: "Que eres pesada, yo quería llevarte a un restaurant mañana por la noche y pedirte pololeo de manera más romántica. Pero no importa, ya lo hiciste tú".
Fue el horror, jaja. Por precipitada e impaciente hice algo que pocas mujeres se atreven a hacer. Pero no es nada del otro mundo, quizás estamos muy acostumbradas y hasta nos acomoda que sea él quien nos venga a pedir que formalicemos. Pero sí me quedé con las ganas de ir al restaurant elegante y esperar la propuesta a la luz de las velas. En vez de eso, al día siguiente nos encontramos en el pasillo de la U y me dijo: "Oye, apurete, ¿quieres pololear conmigo?" Y colapsé... lo miré, vi la hora y me fui a clases con una sonrisa de oreja a oreja. Pero insisto, me quedé con las ganas del restaurant.
No me arrepiento de habérselo pedido yo; después de todo, él también lo hizo al día siguiente. Pero no me sentí mal ni extraña. Yo cacho que a veces es bueno tomar la iniciativa en estos casos y darle una ayudita a estos chiquillos que se demoran en tomar las decisiones importantes. Esto tampoco nos quitó momentos mágicos: ya llevamos 3 años y han sido de lo mejor.
Pero aún sigo pensando qué habría sido de mí si hubiese esperado al día siguiente... Quizás apuré las cosas o él no estaba preparado para "formalizar"... Tal vez recordará toda su vida que me apresuré y tomé una decisión a la rápida.
¿Qué creen ustedes? ¿La embarré?
Imagen CC Chema Concellón