Hoy declaro que mi pecado capital es la codicia, pero no con el dinero sino que con la ropa. Ustedes se preguntarán cómo... bueno, les cuento: hace poco me di cuenta de este problema, ya que al llegar a mi casa con bolsas llenas de ropa nueva observé que ya no cabía en los dos closet gigantes que tengo en la pieza.
Empecé a ordenar para ver cuál era el problema y ahí fue cuando analicé todo: no era el desorden lo que me impedía cerrar cajones y puertas, sino que la infinita cantidad de poleras, chalecos, jeans y otras prendas que tenia sin usar.
Ropa nueva y ¡hasta con etiqueta! salía de los cajones. ¡Y yo reclamando que no tenía que ponerme 2 días antes de ir a comprar!. Mi avaricia es mi mayor pecado, ya que no regalo ni boto la ropa que tengo desde los 14 años (eso que hoy tengo 21).
¡Imagínense la cantidad de ropa que puede haber en esos cajones! Y lo peor de todo es que hay prendas que no he usado nunca. Me sentí fatal, una persona superficial y avara que colecciona ropa, casi como la señora de los gatos que aparece en Los Simpson.
A partir de este análisis retrospectivo de mí misma, decidí que era hora de cambiar ese "mal habito" de acumular ropa y dejar de ser tan codiciosa; tratar de controlar mis ganas de comprármelo todo y compartir o regalar lo que no uso a mis amigas. Ellas le podrán dar un mejor uso del que yo les doy guardándolas en un cajón.
Espero que todas las que - como yo - cometen este pecado, analicen lo codiciosas que estamos siendo y procuren dejar la avaricia de lado, ya que no saben lo entretenido que se hace compartir la ropa con las demás (más cuando ves su cara de felicidad ante el regalo).
Imagen CC Lindsay Széchényi