Algunas personas tienen terror de “volver a la soledad”. Para algunos implica miedo y angustia el tener que acostumbrarse nuevamente a que los domingos ya no sean de regaloneo ni goloseo, que el otro lado de tu cama ahora esté liso y frío o que tus mañanas ya no sean energizantes gracias a aquel beso de buenos días, abrazo o desayuno.
En lo personal, hace un tiempo que comencé a experimentar una alergia a confiar en los hombres, aunque si lo pienso bien, en la gente en general. Obvio, con excepciones. La cosa es que cuando estás en una relación y te “proyectas”, es súper complicado aceptar que las cosas se enfrían y que por lo general, luego de eso se viene el final, sin importar cuán bella haya sido la relación que mantenías.
Les dejo un vídeo que encontré muy cierto. Ojalá no herir la susceptibilidad de nadie pero finalmente, ésto es lo que pasa:
En resumidas cuentas, te muestra las primeras miradas, el día en que le pasaste tu teléfono a medio escribir con un lápiz de poca tinta, los primeros acercamientos, besos, caricias, abrazos o aquellas conversaciones hasta altas horas de la madrugada. Y cómo cuando ya prácticamente viven juntos, la rutina te empieza a molestar: sus gestos, la forma en la que duerme, ¡uf! Yo creo que a todas nos ha pasado en alguna ocasión, eso de preguntarnos en qué momento nos desenamoramos tan fácil, como si de un momento a otro hubieses perdido todo interés.
Encuentro "cuático" el transición de ese capítulo/fragmento en el que “te volvía loca” y la incomodidad o falta de risas en la relación. Cómo de la noche a la mañana ese sentimiento liviano, lleno de alegría y excitación, se marchita.
¿Les parece historia conocida?
Imagen CC doscronopios