Errar es humano. O así al menos suelen decirnos. Un pequeño error no cuenta, pero cuando se trata de traición, todo cambia. Algunos dicen que el rencor mata el alma y la envenena, por eso decidimos olvidar y perdonar. Pero, ¿realmente queda en el olvido todo lo que nos hicieron?
No es novedad para nadie, que las relaciones interpersonales son complicadas y conflictivas- especialmente entre mujeres-. Cuando la confianza se quiebra, no hay nada más que hacer. La inseguridad nos invade y tenemos la impresión de que a quien le confiamos parte de nuestras vidas, se transforma en un perfecto desconocido. Y es que uno nunca termina de conocer a la gente.
Cuando alguien nos traiciona, inevitablemente deja una huella o lección de vida. Pasa un tiempo en que no queremos nada con nadie y nuestra intimidad es cuidada celosamente. Eso sí, admiro profundamente a quien pueda perdonar y olvidar, porque es ir un paso adelante hacia la felicidad. Sin embargo, mi percepción es que eso es imposible. Basta una sola conversación con alguien, para que la rabia vuelva a aflorar.
Con la pareja la situación es mucho peor. Si somos víctimas de una infidelidad, renegamos de los hombres a muerte y nos volvemos solteras empoderadas. Nos decimos “para qué lo necesito, si lo paso bien sola” o “mejor soltera que mal acompañada”, pero alerta. El orgullo es otro de los mecanismos de defensa, para evitarnos un sufrimiento.
Por más que una viva positiva, y decida perdonar o disculpar los errores, no se olvidan. Así es que transmito mi experiencia a aquellas que son sensibles o dan todo de sí mismas y se decepcionan. Hay que tener más “ojo” al escoger quien nos rodea y si de verdad nos importa, trabajar el perdón. Si decidimos disculpar a alguien, que sea cierto. De lo que sí no cabe duda, es que nada vuelve a ser igual.
Y ustedes, ¿son de las que perdonan y olvidan? ¡Leeré atenta sus recetas!
Imagen CC Gemma Bou