por Melisa Rodríguez Sánchez
Hace más de siete años que comparto mi vida con mi pareja, pero vivimos juntos desde hace tres.
Todo era color de rosa cuando empezamos esta relación, pero tal y como me dijo mi psicóloga una vez, la vida es hermosa mientras la etapa del enamoramiento existe. Entonces, el amor es perfecto: no tiene errores, nada es feo, pero luego de dos años este enamoramiento comienza a decaer. ¡Y que razón tenía mi terapeuta! Ahí comenzaron los desperfectos, las peleas, las molestias, las cosas feas. Pero el barco de mi relación salió a flote.
Luego, un hijo venía en camino, y obvio, el milagro de la vida - además de ser un hermoso regalo - fue la prueba de fuego para la supervivencia del amor.
Todo resultó bien: seguimos nuestra relación, entre altos y bajos, y casi al año de vida del pequeño, decidimos vivir juntos. ¡Oh, qué decisión! Fue difícil tomar la iniciativa de compartir todo. Y una vez más el enamoramiento no estaba ahí, pero sí había un bebé que le agregaba sazón a la nueva vida.
La vida se convirtió en un caos. Me sentí completamente enamorada los primeros meses de mis dos amores, pero luego de un tiempo me convertí en madre de dos, sí, de dos. El trabajo se me multiplicó; ya no dependía sólo mi bebé de mí, sino que mi compañero también. ¡Fue terrible! Pero pude superar un poco lo complejo de la situación.
Pronto llegó nuestro segundo hijo y está vez la depresión post parto se encargó de aniquilar mis sueños de princesa no cumplidos. Ahí, viví la realidad. Deje de ser la malcriada de mamá para convertirme en la sufrida mujer de las novelas venezolanas.
Después de todas las cosas difíciles y viendo los rostros de mis tres hombres me dí cuenta de lo bendecida que soy por tener a mi lado a las personitas que me acompañarán por siempre.
Pero volviendo a mi relación, las vivencias complejas fuimos superándolas con mucho trabajo, además de amor. La comunicación y la solución pronta a cada problema han logrado entregarnos momentos de alegría que no cambio por nada.
Es difícil compartir la vida, pero ¡las recompensas son tan dulces cuando logras comprenderlas y te decides a disfrutarlas!.
Imagen CC dMadPhoto
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